domingo, 26 de octubre de 2008

¿Quién y qué nos enriquece?

Tarzán, el inolvidable personaje creado por Edgar Rice Burroughs, fomentó su desarrollo en el contacto con la naturaleza. Aprendió que adaptarse era la única manera de sobrevivir. No sabía matemáticas, física, biología, arte ni tenía la más mínima cultura. No sabía leer ni escribir. Pero era sabio.

Tarzán quizás no nos pudiera enseñar materias que a nosotros nos pueden parecer imprescindibles para crecer. Si esta fuera mi visión, tendría auténticos problemas para crecer de verdad. Las materias nos enseñan pero las experiencias nos enriquecen.

Una persona inculta, salvaje, si la desnudo de mis prejuicios, de las vestimentas inadecuadas para mi propio concepto del vestir, de sus forma rudas no habituales en mi entorno, de su manera de moverse o su mala costumbre de escalar todo árbol con el que se encuentra, si paso de la apariencia a la esencia, puedo volver a encontrarme con el mono que nunca he dejado de ser. Puede enseñarme mi naturaleza más primitiva, la única real y auténtica, sin los artificios de la filosofía, las costumbres o los convencionalismos. Puede enseñarme si estoy dispuesto, no a oír sus palabras y ver sus gestos, sino a sentir/percibir lo que hay o puede haber detrás de lo que muestra.

El hombre, en su pretensión de alejarse del animal, en su afán de civilizarse, se ha deshumanizado y ha pasado de ser animal a alimaña. Hemos llenado nuestra vida de prejuicios y justificaciones. Alimentamos nuestra razón y nos intentamos olvidar de nuestra emoción.

Queremos ser diferentes, no sólo de los animales, sino también del resto de los humanos. Pero me da la impresión de que, cuanto más nos esforzamos en diferenciarnos, más borregos nos hacemos: entramos en tribus que nos hacen distintos de los demás pero iguales que el resto del rebaño. Los miembros de cada tribu se visten de forma similar, hablan de los mismos temas, están de acuerdo en las mismas ideas que consideran importantes. Pero, cuando por circunstancias, nos tenemos que alejar de la tribu, nos sentimos perdidos, inadaptados. Sólo el que pretende no ser diferente, el que busca en sí mismo las preguntas, el que escucha con todo su cerebro y todo su corazón a los demás, es realmente distinto y no precisa esforzarse por ser diferente. Simplemente lo es. Esta persona se sabrá adaptar a cualquier circunstancia y a cualquier persona, porque no juzgará, sólo escuchará y aprenderá, sobre todo de los errores de los demás, porque aprender no sólo es emular lo mejor, que es muy difícil, sino rechazar para sí lo peor.

Durante mis primeros años de existencia viví en un barrio donde la gente, no sólo habitaba, sino que también hablaba y se relacionaba. Había pocos libros y mucha convivencia. Los niños eran niños y ejercían de tales. Éramos educados, no sólo por los padres, sino por el barrio entero. Conocí a todo tipo de personas, chismosas muchas, celosas otras, inflexibles muchas, cultas algunas. Todas conformaron, en parte, mis actitudes ante la vida, todas me hicieron reflexionar o sentir y de ninguna puedo decir que me fuera absolutamente indiferente. Viví en un mundo en que la comunicación no era virtual, sino carne con carne, en que la palabra perdía muchas veces su auténtico significado ante la expresión del que la pronunciaba. Aprendí a oír más allá delo que escuchaba. Oír, ver u oler no es suficiente, hay que saber oír, ver y oler.

La película que más me ha impactado ha sido “Los Dioses deben estar locos”. Los bosquimanos me dieron respuestas a algunas preguntas que los pensadores más concienzudos no me supieron responder.

4 comentarios:

Lenka dijo...

El hombre, en su pretensión de alejarse del animal, en su afán de civilizarse, se ha deshumanizado y ha pasado de ser animal a alimaña.

Con esto no puedo estar de acuerdo. El hombre siempre ha tenido una parte de alimaña, más desarrollada en unos que en otros. Supongo que sobran los ejemplos. Al mismo tiempo, el hombre siempre ha sentido afán por civilizarse (un afán que no siempre se enfoca correctamente, desde luego). Y, por lo general, cuanto más nos civilizamos menos tenemos de alimaña. Pero es que no sólo está el "civilizarse" está el civismo, por ejemplo. De él nos olvidamos muchas veces y eso sí que nos hace alimañas.

"Hemos llenado nuestra vida de prejuicios y justificaciones. Alimentamos nuestra razón y nos intentamos olvidar de nuestra emoción."

Cierta la primera parte. El prejuicio es inherente al hombre. Juzga y teme todo cuanto desconoce. Desconfía de lo ajeno por naturaleza. Eso, que sirvió de supervivencia en su día, quizá sea hoy un error, pero lo arrastramos desde las cavernas. Las justificaciones? En mi opinión son inevitables y van de la mano de la moralidad, la culpa, etc. Siempre nos justificamos. Todos.
En cuanto a alimentar la razón y olvidar la emoción... mira, en el caso de "las chonis", me temo que es al revés. El mayor fallo que les veo es que se dejan llevar siempre por sus prejuicios y emociones, critican, husmean y dictan sentencia sobre la vida de los demás. Pocas veces razonan: "pero bueno, a mí qué me importa, por qué no me ocupo de mis asuntos y dejo a la gente vivir en paz?" Pocas veces se toman la molestia de razonar que todos somos personas diferentes, con circunstancias y vidas diferentes, que no todos queremos lo mismo ni esperamos lo mismo ni tenemos por qué opinar lo mismo. Y quecada cual tiene derecho a ser y a vivir como le dé la gana, por raro que nos parezca. Y que nada nos da derecho a meter las narices ni criticar sus actos.

Yo, desde luego, también tengo mis emociones, y cuando se intentan colar en ellas por la fuerza me siento atacada e invadida. Por eso me alejo. No por cómo son esas personas, sino por cómo intentan meterse en mi vida. Ante eso, prefiero ser una inadaptada y no pertenecer a determinados grupos. Lo que no quita para que sea cívica, educada y respetuosa, escuche, observe y sea capaz de encontrar cuánto de bueno tienen dichas personas.

"aprender no sólo es emular lo mejor, que es muy difícil, sino rechazar para sí lo peor."
Eso es exactamente lo que pretendo. Hablemos de perros, de los cambios del barrio, de lo guapos que están tus niños, del tiempo o de la crisis. Hablemos de Letizia incluso, si no hay más remedio. Pero no vamos a hablar de la del quinto, ni de si su marido le pone los cuernos con una lagartona de la calle no sé cuántos, porque eso no me interesa, porque eso lo rechazo, porque no quiero ser así.

Lo siento, pero mi naturaleza más primitiva y real no es la de cotilla. Acepto y abrazo todo lo demás que estas personas me aporten y me enseñen, pero no pienso jugar a ciertos juegos, porque no me interesa y porque, afortunadamente, en mi mano está decir hasta dónde. No me interesa aprender a destripar a los demás y no lo haré para integrarme por completo en ningún grupo. Antes prefiero ser la rara y la distinta, o ser yo el objeto del destripe.

En cualquier caso, es una reflexión muy interesante, Costillo!

Juan dijo...

Esta persona se sabrá adaptar a cualquier circunstancia y a cualquier persona, porque no juzgará, sólo escuchará y aprenderá, sobre todo de los errores de los demás, porque aprender no sólo es emular lo mejor, que es muy difícil, sino rechazar para sí lo peor.

Adaptarse no significa entregarse, seguir como un borrego a la manada que te ha tocado: Tú no debes convertirte en una choni, porque no lo eres. Si lees la frase de arriba verás que eso no es lo que pienso que se debe hacer. Si eres tú misma y no juzgas a nadie te aseguro que te ganarás el respeto de todos e incluso la confianza. Te sentirás más parte de un todo. Desnudar a las personas de sus ideas, de sus formas de vestir o moverse termina siendo un ejercicio muy beneficioso para tí poque terminarás queriéndolas, no por como se comportan o como hablan o visten, sino por las personas que hay detrás de las apariencias. Las apariencias engañan....mucho.

Un placer Lenka, como siempre

Un abrazo.

Lenka dijo...

Las apariencias engañan, en efecto, pero eso no frena a la clase de mujeres de que te hablo para juzgar y despellejar a otros. No me gusta la gente que me entra así. El resto es sólo literatura, sus pelos, sus leopardos, eso es folclore. Si lo sabré yo, que soy la sobrina de la Reina de las Chonis!!!

(El resto del ladrillo lo he puesto en mi blog, te ahorro el peñazo de repetirlo)
;-)

Juan dijo...

De ladrillo nada. Muchas gracias por tu paciencia Lenka.


Un abrazo