martes, 28 de diciembre de 2010

Psicópatas (intoxicadores)

Desde hace algún tiempo, por cuestiones que han afectado profundamente a mi entorno, estoy muy interesado en el tema de los psicópatas.

Desde un punto de vista semántico, las palabras que describen a estos sujetos, psicópata o sociópata, no me terminan de gustar porque incluye el sufijo pathos, que implica de alguna forma “enfermedad”. Y no son enfermos. Mi pareja los llama intoxicadores y creo que, desde este prisma, son más fácilmente reconocibles.

Lo que me motiva a escribir esta entrada es precisamente esto: ayudar a reconocerlos, porque es realmente difícil.

Cuando se habla informalmente de psicópatas, a la mayoría les vienen a la cabeza personas que cometen crímenes atroces, violaciones múltiples, asesinatos en cadena, etc. Y sí, en su mayoría estos sujetos son psicópatas, pero son una ínfima cantidad y muy extrema, de estos intoxicadores.

Para centrar el tema, las estadísticas nos muestran que entre el 2 y el 4 % de los sujetos son psicópatas. Es decir, que uno entre 25-50 personas lo es. Teniendo en cuenta que de media nos relacionamos en un momento concreto de nuestra vida, con unas 200 personas, estamos teniendo contacto directo con 4-8 psicópatas más o menos a diario.

Definición
Vamos a intentar hacer lo que estos sujetos no saben: meternos en su pellejo. Imaginaos que os operan el cerebro y os dejan sin sentimientos de culpa, sin ningún cargo de conciencia por nada malo que hagáis. Que no sintáis ningún tipo de preocupación por los demás, incluyendo a vuestros familiares, ni ningún remordimiento por ningún daño que causéis. Que no os sintáis responsables de nada ni de nadie.

Todos asumimos que la conciencia y la empatía (en mayor o menor medida) es universal entre seres humanos, pero tras esta hipotética intervención quirúrgica de nuestro cerebro, nosotros no las tenemos, no poseemos ese “molesto freno”. Así que podemos ocultar el hecho de que no tenemos conciencia casi sin ningún esfuerzo por nuestra parte.

Estamos libres de restricciones internas, y esta libertad desenfrenada para hacer lo que te apetezca, sin remordimientos de conciencia, es una ventaja para nosotros entre otras cosas porque los demás no se dan cuenta.

Pues una de cada 25 personas es así de nacimiento, tienen un cerebro diferente.

No estamos comúnmente enterados, y por lo general tampoco identificamos a la gran cantidad de sociópatas no violentos que se encuentran entre nosotros, gente que a menudo no son infractores descarados, y contra quienes nuestro sistema jurídico oficial proporciona poca defensa.

La mayoría de nosotros no podría imaginar ninguna correspondencia entre la concepción de un genocidio étnico y, por ejemplo, el hecho de mentirle a su jefe sobre un compañero de trabajo sin sentir culpa alguna. Pero la correspondencia psicológica no sólo está allí; es escalofriante. Sencillamente, la relación está en la ausencia del mecanismo interno que nos tortura emocionalmente cuando elegimos hacer algo que vemos como inmoral, falto de ética, negligente o egoísta.

La mayoría de nosotros se siente ligeramente culpable si se come el último trozo de torta que queda en la cocina, e imagínese pues lo que sentiríamos si nos pusiéramos a lastimar a otra persona a propósito y de manera metódica.

Los que no poseen absolutamente ninguna conciencia constituyen un grupo por sí solos, así sean tiranos homicidas o simplemente francotiradores sociales despiadados.

La presencia o la ausencia de conciencia son una seria división humana, y podría decirse que es más significativa que la inteligencia, la raza, o hasta el género.

Lo que distingue a toda esta gente del resto de nosotros es un agujero completamente vacío en la psique, en donde deberían estar las funciones de humanización más desarrolladas. [Martha Stout, Ph.D., The Sociopath Next Door (El Vecino Psicópata)] (altamente recomendado).

"Agradable," "encantador," "inteligente," "despierto," "impresionante," "inspirador de confianza," y "un gran éxito con las damas": estas son las clases de descripciones usadas en varias ocasiones por Cleckley en su famoso estudio sobre psicópatas. También lo son, por supuesto, "irresponsable," "autodestructivo," y adjetivos semejantes. Estas descripciones destacan la gran frustración y los misterios que rodean el estudio de la psicopatía.
Los psicópatas parecen tener en abundancia aquellos rasgos más deseados por las personas normales. La despreocupada confianza en sí mismo del psicópata parece casi como un sueño imposible, y es generalmente lo que la gente "normal" intenta adquirir cuando asiste a talleres para ganar seguridad en sí mismo. En muchos casos, la atracción magnética del psicópata hacia los miembros del sexo opuesto parece casi sobrenatural.

Suelen ser unos grandes seductores, no sólo con el sexo opuesto, sino también con el propio. Suelen encontrar personas que los encumbran y admiran. Y a la vez escogen víctimas a las que intentan descalificar, humillar y acosar de manera continuada. Suelen hacerlo con un gota a gota, apenas visible para nadie, pero corrosivo a largo plazo para el que sufre este tipo de acoso continuado.

El sarcasmo suele ser una de sus mejores armas. Pequeñas “bromitas” sobre la víctima para ridiculizarla, nada que parezca importante a ojos de los demás, pero que cuando se multiplican en el tiempo (y en el número de compañeros que se suman a las “bromitas”) consiguen que la víctima quede descalificada a los ojos de su entorno y a los propios con el consiguiente daño en la autoestima.

Otras armas son las quejas continuadas sobre la víctima, o el llamar la atención sobre sus defectos (reales o imaginarios), reirse de sus ideas, sentimientos o actos, cualquier cosa que desacredite a su/sus víctimas.

Sus víctimas pueden ser sus hijos (la víctima se convierte en la oveja negra de la familia), sus parejas (buena parte de los maltratadores son psicópatas), amigos, vecinos, compañeros de trabajo, socios, etc.

El narcisismo también es una forma de psicopatía.

Cleckley piensa sobre lo que de verdad “era realmente anormal” en esta gente. Llega a estar muy cerca de sugerir que son humanos en todos sus aspectos – salvo en el hecho de que carecen de alma. Esta carencia de “calidad de alma” hace que sean “máquinas” eficientes. Pueden ser brillantes, escribir obras eruditas, imitar las palabras de la emoción, pero con el tiempo llega a estar claro que sus palabras no corresponden a sus acciones. Son el tipo de persona que pueden quejarse de estar siendo devastadas por la pena y que después van a una fiesta "para olvidar." El problema es que realmente SE OLVIDAN.

En pocas palabras, el psicópata - y el narcisista en un menor grado - es un depredador. Si pensamos en la interacción entre los depredadores y sus presas en el reino animal, podemos llegar a tener una cierta idea de lo que se esconde detrás de la "máscara de la cordura" del psicópata. Del mismo modo que un animal depredador adoptará toda clase de funciones furtivas posibles para acechar a su presa, sacarla fuera de la manada, acercársele y disminuir su resistencia, el psicópata construye todo tipo de camuflaje elaborado compuesto de palabras y apariencias - mentiras y manipulación - para "asimilar" a su presa.

¿Porqué me gusta hablar de intoxicadores?
Por que en donde están consiguen crear un clima tóxico, venenoso. Intoxican todo lo que tocan, crean mal ambiente allá donde van y muchas veces, tras enrarecer el ambiente, casi nadie es capaz de saber quién es el responsable. Saben como enfrentar a las personas y disfrutan con ello.

En el tebeo de Astérix y Obelix, “La cizaña”, caracterizan a un intoxicador a la perfección.

En Internet abundan estos sujetos. Se sienten seguros bajo el anonimato y no tienen nada que perder.

Lo único que les para es el miedo a las consecuencias de sus actos (cárcel, despido, denuncias, etc) no su conciencia, por que no la tienen.

No hay tratamiento. Cuando se consigue desenmascarar a uno lo único que se puede hacer es apartarse de ellos.

Agradezco a la página Psicopatía y ponerología su magnífica labor. Muchas de las ideas que aquí se exponen se las debo a ellos. Algunos párrafos los he copiado literalmente (los mejores sin duda).

Agradezco también a Kaken, que los ha sufrido en sus carnes, y me ha enseñado a verlos y reconocerlos.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Gracias a la vida, que me ha dado tanto

Me he levantado a las 6.30 de la mañana. Un colacao calentito y una galletas me esperaban en la cocina. El sabor dulce me ha inundado.

Un cigarrito sentado en el trono me esperaba a continuación. Placer de Dioses.

He sentido como el agua caliente chorreaba todo mi cuerpo y me llenaba de vida. El aroma de Heno de Pravia ha colmado mi olfato.

Una toalla seca, limpia y suave me ha envuelto con sus caricias.

Me he puesto la ropa deportiva y he salido fuera, donde la lluvia y el viento me han saludado y terminado de despertar.

Me he subido a la bicicleta junto a mis compañeros en el Pedaleo solidario. Las sonrisas y besos de Debora, Jesús, Eva, Encarni o Mariano me han hecho sentir en el grupo. Compartir por unos momentos sus vidas.

Es la hora del segundo desayuno. Unos churros de la Chocolatería Virgen de Luján y un segundo colacao me han sabido a gloria después del esfuerzo.

Bendita ducha.

La lluvia cae sobre Sevilla. Su sonido y olor me forlatecen el espíritu.

Paseo con mi mujer. Me tomo un café y un zumo de naranja, mientras nos miramos al alma. Sus manos y sus besos me llenan de paz.

Almorzamos solos. Pero muy acompañados. Nuestros mundos se mezclan entre tapas de albóndigas y pechugas de pollo a la brasa. ¿Hay mayor placer en el mundo que comer con quien amas mientras tu paladar disfruta?.

Volvemos abrazados a casa. Me esperan las mantas y el edredón, mientras fuera hace frío y llueve. Un rincón de calidez y de reposo.

La gatita ronronea alrededor.

El Barsa vuelve a desatar mi pasión.

Cenamos los cinco juntos. Reímos, hablamos, nos besamos. Nos queremos.

En mi butaca descanso ahora. Feliz.

Quizás me falten cosas, pero dsfruto con cada minuto que me regala la vida.

sábado, 11 de diciembre de 2010

El Síndrome del buen hijo. Honrarás a tu padre y a tu madre.

Hay pocas cosas que se hayan sacralizado tanto como la familia. Y sacralizar lo que sea tiene mucho de manipulación y poco de razón.

Ha sido considerada la célula básica de la sociedad, la forma natural de acceder al mundo y ello ha llevado implícita la más increíble impunidad a tantas desvergüenzas que se justifican en base a su protección y a su carácter sagrado.

Pues no es necesariamente la célula básica de la sociedad ni la manera natural de acceder al mundo. En la prehistoria no existía esta institución. La célula básica era la tribu y aún, en algunas tribus poco contaminadas, lo sigue siendo.

Sí es en cambio, una manera cómoda de estructurar la convivencia.

Para apuntalar esta institución no pocas veces hemos de tragar sapos y culebras para que no nos señalen como malos si rompemos una familia.

A los padres se les asigna un poder casi ilimitado (salvo salvajadas muy evidentes) sobre la vida y obra de sus hijos. Pueden maltratarlos psicológicamente lo que les plazca y, a eso algunos, lo llaman transmisión de valores, incluso educación. Mentes poco sanas psicológicamente pueden tener hijos y transmitirles sus miedos, fobias, odios o dependencias. Y nadie puede meterse. No tienen que dar explicaciones. Gran parte de las taras psicológicas de los adultos provienen de alguna forma de maltrato por parte de sus padres.

Pero ojo, la sociedad te dicta que a los padres hay que respetarlos, amarlos, cuidarlos y adorarlos. El hijo que se aparta de una madre será convenientemente señalado como mal hijo, sinónimo de la mayor perversidad que un humano puede cometer. La sociedad no tolera semejante dislate. “Honrarás a tu padre y a tu madre” nos dice Dios. Y el que no los honre, no sólo arderá en los infiernos cuando muera, hay que quemarlo en vida.

Es hora de crear un nuevo síndrome: el síndrome del buen hijo. Lo definiría como aquella persona que nunca ha sido respetada por sus padres pero que se siente obligado a quererlos, honrarlos, obedecerlos, respetarlos y cuidarlos. Esta persona nunca se desarrollará con buena salud emocional hasta que no medite con serenidad, incluso con frialdad, el papel que sus padres han jugado en sus vidas y no sea capaz de criticar, e incluso alejarse de ellos, si es necesario. La relación con los padres no se puede establecer desde el deber o la responsabilidad (un deber impuesto a fuego en nuestras carnes con el “honrarás”) sino desde el amor y la libertad.

Se ha tenido mucho cuidado en destacar los derechos de los padres y los deberes de los hijos. Se sabe muy bien como “debe” ser un buen hijo. Todos están de acuerdo. ¿Se sabe también como debe ser un buen padre?. Aquí ya hay opiniones para todos los gustos.

Para mí el buen padre es el que respeta a sus hijos desde que nacen. No me vale sólo con el amor. Un amor que no respeta es de los mayores maltratos que se pueden infligir a una persona, porque la dejas indefensa ante el daño. Demasiadas veces vemos como personas que respetan a los extraños no hacen lo mismo con las personas a las que más dicen querer. Si muchos padres se comportaran con los vecinos, amigos o compañeros de trabajo de la misma forma en que se relacionan con sus hijos, serían considerados psicópatas. Pero con sus hijos sí tienen permiso para faltarles al respeto. Parece que el amor se convierte en la patente de corso para dejar de respetar.

martes, 7 de diciembre de 2010

Justicia y odio

Antes de Guerra Civil americana habían dos maneras de pensar sobre la esclavitud. Abolicionismo y esclavismo.

Algunos abolicionistas, la minoría, lo eran por sentido de la justicia. Sin odio, sin sed de venganza. Pero la gran mayoría, aunque luchaban por una causa justa, no lo hacían como acto humanitario sino por odio hacia el Sur y los sureños. De hecho, les importaba un comino los negros.

Una buena causa puede ser manchada por los sentimientos aviesos de quien la defiende.

Cuando dejamos fluir el odio en nuestras ideales, el motor del cambio hacia lo digno es la hostilidad y el viaje a lo justo se transforma en venganza.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Quiero que me quieran

No hay nada más humano que querer que nos quieran. Pero dependiendo de como lo consigamos, así de felices podemos ser.

Simplicando el tema al máximo, hay dos formas de obtener el éxito.

1. Que nos quieran es un fin en sí mismo.
Es la más usada. Consiste en hacer todo lo posible para que nos quieran. En las palabras “todo lo posible” hay un amplio rango de palabras y verbos como “sacrificio”, “consentir”, “mimar”, “humillación”, “sometimiento”. No todas usadas por todos, pero casi siempre hay alguna de ellas.

2. Que nos quieran es una consecuencia.
Mucho más rara y difícil, pero a la vez más sana. Nos aman como consecuencia de nuestra manera de relacionarnos con los demás. No consentimos, mimamos, nos sacrificamos, humillamos ni nos sometemos. No buscamos que nos quieran (aunque nos guste), sino que actuamos en la vida con nuestra forma de ser.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Ejemplares

Admiro a personas que se dan a los demás, que han luchado, sufrido y se han sacrificado para que otros vivan mejor.

Pero a veces puede ser contraproducente tomar a este tipo de personas como modelos a seguir.

El ejemplo que más me repele es el de la amantísima madre que trabaja 18 horas al día por el bien de los suyos, que no piensa en sí misma, que todo lo hace por su familia y ella es la última en todo. No puedo, debo ni quiero criticar a las mujeres que hacen esto (aunque creo que están equivocadas y en realidad no están haciendo ningún bien a nadie). Pero si me disgusta enormemente que se las tenga como ejemplos a seguir. Muchas mujeres se sienten culpables por querer ser personas y no sólo madres.

martes, 12 de octubre de 2010

Dependencia emocional

Los barcos se construyen con compartimentos estanco.

Los economistas invierten en multitud de empresas distintas, diversifican el capital.

Es una buena fórmula para que los barcos no se hundan ni el capital desaparezca.

Construir una vida con compartimentos estanco es una buena manera de ser feliz.

Si todo lo apostamos a una relación (la que sea, de pareja, con los hijos, los padres, etc), terminamos siendo dependientes de esa relación, pues toda nuestra vida y nuestro ser gira en torno suyo. Y el dependiente emocional es un ser altamente peligroso y tóxico, pues el miedo a perderla ahoga la propia relación. Y si finalmente la pierde, toda nuestra vida se va al garete.

También podemos apostar todo a un trabajo, un arte, una actividad o cualquier otra obsesión que podamos imaginar. Pues como el barco sin compartimentos estanco o el inversor que todo lo invierte en una empresa, un boquete hunde el barco y una mala racha de la empresa te deja arruinado.

domingo, 10 de octubre de 2010

Enamorado

He pasado por este estado de locura transitoria cuatro veces en mi vida. Siempre ha sido maravilloso, pero agotador.

Llevo 25 años casado con mi compañera (a los que hay que sumar otros siete de noviazgo) y ya no estoy enamorado de ella, ahora la amo profundamente, sin cegueras, sin prisas, sin ansiedades.

No la amo por su belleza (que la tiene y mucha), ni por su elegancia, inteligencia, honestidad o lealtad. Hay mujeres más bellas, elegantes e inteligentes y tan honestas y leales como ella. Pero sólo ella es ELLA.

Hace años que no intento saber que es lo que me ha enamorado. La veo y me derrito. La huelo y sé que estoy en mi hogar. Le hablo y sólo en ella radica mi intimidad más profunda. No necesito saber nada más, sólo sentirla.

Después de 32 años nunca he intentado cambiarla pero siempre ha seguido enamorándome sus cambios. Después de 32 años me sigue sorprendiendo, cada día es una nueva mujer y cada día vuelvo a caer en sus encantos.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Miedo en la política

El miedo nunca ha sido un buen aliado de la democracia, ni de casi nada en esta vida. Una democracia se debe caracterizar por el voto de ciudadanos libres que escogen la mejor opción para sus intereses, ya sean económicos, morales, políticos o de cualquier naturaleza. El miedo no puede tener cabida. Con el miedo no se vota “para”, sino que se vota “en contra de”. Supone una reacción y no una construcción. Quien actúa por miedo no piensa.....reacciona (que un pueblo piense suele ser muy contraproducente para determinados dirigentes). Quita muchas energías necesarias para mejorar la sociedad y, detrás del miedo, siempre puede aparecer la violencia (así ha sido a lo largo de la historia).

La mejor manera que se tiene de fomentar pánico en la gente es con la exageración, la confusión y las medias verdades (que son mucho más peligrosas que las mentiras).

¿Cual es la mejor forma de luchar contra el miedo?. Con la lógica, con el pensamiento libre de todo tipo de prejuicio, y esto es muy difícil cuando los de un lado te intentan asustar con la destrucción de la patria, la familia y no se cuantas cosas más y los del otro lado te asustan con la extrema derecha, que van a quitar las pensiones y el paro o una vuelta al franquismo. Ambos lados quieren el voto del miedo. Ninguno de los dos bandos quieren un voto crítico, pensado y meditado, sino un voto asustado.

La derecha española es CONSERVADORA y, por ende, remisa a los cambios. No va a ser ella la que cambie lo tradicional, porque está en su propia naturaleza. No tiene ni debe ser ella la que legisle el derecho al divorcio, al aborto, derechos de homosexuales o autonomías. No es ni bueno ni malo, sólo la expresión de mucha gente que se aferra a lo conocido, a lo que siempre ha funcionado (mejor o peor). Es, en fin, una forma de ver la vida que es respetable. La izquierda española, en cambio, es PROGRESISTA....abierta a los cambios. Es a ella a la que corresponde cambiar lo establecido. Entre lo conservador y lo progresista se establece un delgado equilibrio ya que los cambios no tiene porque suponer una mejora......hay cambios a peor. Es bueno que en esta vida “haya gente pa tó” (El Guerrita). Gente más lanzada a cambiar el mundo y personas más apegadas a la tradición. Un buen equilibrio en estas fuerzas significará bienestar para todos.

Me gusta cuando la gente habla de la gran ilusión que tiene al depositar su voto para cualquier partido político, para poder cambiar o mejorar........tantas cosas. Para poder trabajar por todos y para todos. Para hacer una sociedad cada vez más justa.

viernes, 1 de octubre de 2010

Tipos de temperamento

El temperamento corresponde al modo de ser de la persona, que viene condicionada por los genes y, éticamente, no es bueno ni malo en sí mismo.

Según la clasificación de Sheldon, que es la que más me ha gustado, los tres componentes básicos del temperamento son: la viscerotonía (emocional), la somatotonía (actividad) y la cerebrotonía.

Curiosamente, a cada uno de estos componentes le corresponde un tipo de complexión física: la endomórfica (con mucha grasa), la mesomórfica (con mucho músculo) y la ectomórfica (con poca grasa y poco músculo).

Nadie es exclusivamente viscerotónico, somatotónico o cerebrotónico, sino que todos tenemos un componente más o menos acusado de cada una de estas características. Cuando hay un desequilibrio muy grande a favor de una de las características puede ser motivo de trastornos psicológicos.

Dentro de cada componente hay 20 rasgos.

Llevado a nivel numérico, y para hacerlo más fácilmente entendible, se podría puntuar del 1-10 cada uno de los rasgos en una persona. Teniendo en cuenta que hay cuestiones que son excluyentes (no se puede ser hipersensible al dolor y no sensible al dolor a la vez), si en determinada facetas puntuamos un 7, en la contraria se puntuaría como 3. Así se obtendría un total de 15 puntos repartidos entre los tres componentes. La puntuación 5-5-5 sería una persona muy equilibrada. 9-2-4 sería una persona eminentemente viscerotónica y algo cerebral. Y así, hasta multitud de posibles combinaciones.

Los 20 rasgos son: (V, S y C viscerotónico, somatotónico o cerebrotónico respectivamente)

1 V) Relajación postural y de movimiento
S) Firmeza postural y de movimiento
C) Contención postural y de movimiento. Rigidez

2 V) Gusto por la comodidad física
S) Gusto por la aventura física
C) Respuesta fisiológica excesiva

3 V) Reacciones lentas
S) Dotación energética
C) Reacciones excesivamente rápidas

4 V) Gusto del comer
S) Necesidad y placer del ejercicio
C) Tendencia a la intimidad

5 V) Sociabilidad del comer
S) Afán de dominio. Deseo de poder
C) Sobreactividad mental, excesiva tensión, aprensividad

6 V) Placer de la digestión
S) Gusto por el riesgo y el azar
C) Reserva del sentimiento, control emocional.

7 V) Inclinación a las formas ceremoniosas y corteses
S) Modales directos, osados
C) Movilidad de los ojos y el rostro controlado

8 V) Sociofilia
S) Valor físico para el combate
C) Sociofobia

9 V) Amabilidad indiscriminada
S) Agresividad competitiva
C) Inhibición en el trato social

10 V) Avidez de afecto y aprobación
S) Insensibilidad psicológica
C) Resistencia al hábito y a las actividades rutinarias

11 V) Orientación hacia los demás
S) Claustrofobia
C) Agorafobia

12 V) Uniformidad de la corriente emocional
S) Inescrupulosidad. Carencia de remilgos
C) Imprevisibilidad de la actitud

13 V) Tolerancia
S) Libertad vocal
C) Limitación vocal y represión general del ruido

14 V) Satisfacción
S) Indiferencia espartana al dolor
C) Hipersensibilidad al dolor

15 V) Sueño profundo
S) Estrepitosidad general
C) Sueño ligero; fatiga crónica

16 V) Carácter blando
S) Aspecto de excesiva madurez
C) Juventud en las maneras y apariencia

17 V) Libre y fácil comunicación del sentimiento.
S) Disociación mental horizontal.
C) Disociación mental vertical. Introversión

18 V) Relajación y sociofilia bajo la influencia del alcohol
S) Asertividad y agresión bajo la influencia del alcohol
C) Resistencia al alcohol y a otras drogas deprimentes

19 V) Necesidad de compañía en los momentos de congoja
S) Necesidad de acción en los momentos de congoja
C) Necesidad de soledad en los momentos de congoja

20 V) Orientación hacia la infancia y relaciones familiares
S) Orientación hacia objetivos y actividades de juventud
C) Orientación hacia las etapas ulteriores de la vida

Si nos vamos a los extremos, es decir, una persona con una fortísima componente de viscerotonía, somatotonía o cerebrotonía, (ya digo que son excepcionales) nos encontraríamos lo siguiente:

a) El individuo extremadamente viscerotónico es materialista, cobarde y estúpido, pero no es frígido, sádico ni soberbio.
b) El individuo extremadamente somatotónico es sádico, frígido y estúpido, pero no es cobarde, materialista ni soberbio.
c) El individuo extremadamente cerebrotónico es soberbio, frígido y cobarde, pero no es estúpido, materialista ni sádico.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Sabiduría en las camisetas

BEBO CUBATAS Y COMO JAMÓN A DOMICILIO

PARA QUE ESFORZARSE EN APRENDER SI AL FINAL TODO SE SABE

¿POR QUE ENGANCHARSE A LA COCA HABIENDO POLVOS MEJORES?

DOBLE AIRBAG DE SERIE

ME PARECES MEDIO TONTO, PERO ES QUE SOLO TE CONOZCO A MEDIAS

EL DEPORTE ES LO PEOR QUE HAY PARA EL TABACO

SOY RUBIA DE BOTE PERO TONTA NATURAL

DONA VIDA, DONA ORGASMOS

VAMPIRESAS, SI QUEREIS MI SANGRE ¡CHUPADMELA!

DEBIDO A LA CRISIS FOLLO GRATIS

NO PODEMOS BEBER POR TI. DGT

DOLOR DE CABEZA, EL ANTICONCEPTIVO MAS USADO

ANTES ERA VANIDOSA, AHORA YA SOY PERFECTA

SALVESE QUIEN BEBA

SERE FEO, PERO FOLLO COMO UN GUAPO

BUSCO PAREJA ESTABLE PARA ESTA NOCHE

SIEMPRE CUMPLO CON MI BEBER

VENGO FOLLADA DE CASA

¡JESUS TE AMA! TODOS LOS DEMAS PENSAMOS QUE ERES UN CABRONAZO

NO ES LO MISMO MONTAR UN FOLLON QUE FOLLAR UN MONTON

NACI PRINCESA PORQUE ZORRAS SOBRABAN

ESPERO QUE AMES A LOS ANIMALES PORQUE SOY UNA BESTIA

NO ME DESPIERTES QUE ESTOY TRABAJANDO

BAILO COMO EL CULO, PERO FOLLO QUE TE CAGAS

lunes, 20 de septiembre de 2010

Cuento corto

Como el Rey León no podía volar, mandó cortar las alas al águila.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Enfermedad y adversidad

La adversidad, y sobre todo, la manera de afrontar la adversidad, nos hace enfermar o ser inmunes a la mayoría de enfermedades.

Nuestro principal adversario vive con nosotros. Dentro de nosotros.

Sacrificio

Sacrificarse por los demás es una manera de manipularlos.

Lo que hagas por otro, si no lo hacer por y con amor, no lo hagas.

La generosidad sólo se entiende desde la gratuidad total que sólo el amor puede conseguir.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Personalidad, temperamento y carácter

Resulta realmente complejo intentar definir, desde el punto de vista psicológico, estos tres conceptos que, demasiadas veces, mezclamos.

El temperamento es el conjunto de las inclinaciones íntimas que brotan de la constitución fisiológica de los individuos.

El carácter es el conjunto de las disposiciones psicológicas que nacen del temperamento, modificado por la educación y el trabajo de la voluntad y consolidado por el hábito.

El temperamento corresponde al modo de ser de la persona, que viene condicionada por los genes y, éticamente, no es bueno ni malo en sí mismo, mientras que llamo carácter al conjunto de acciones, emociones y pensamientos que una persona pone al servicio de una causa externa a la persona misma, y puede ser éticamente bueno o malo según la motivación consciente o inconsciente la impulse a pensar, emocionarse o actuar de la manera en que lo hace.

Según estas definiciones, el temperamento permanece prácticamente inalterado a lo largo de la vida de una persona y no es modificable (al menos de manera significativa), mientras que el carácter, aunque muy influenciado por el temperamento, está sujeto a las interacciones sociales y educación, por lo que sí se puede, y habitualmente sucede, cambiar a lo largo de la vida.

Para comprenderlo mejor, podemos poner el ejemplo de la generosidad.

No sé exactamente cuál es la circunstancia real que hace de límite entre el egoísmo y la generosidad, pero considero a una persona digna de ser llamada generosa cuando participa de él un deseo quemante de ocuparse no sólo de sí mismo y de su círculo íntimo de seres más queridos, sino también de otros seres más alejados y tal vez desconocidos. A esto lo llamaríamos temperamento generoso.

En el extremo de la generosidad, están quienes ayudan a sus vecinos, a sus conciudadanos, a los habitantes de otros países, a los de otras razas, a los que son más pobres o más ricos que ellos, a los que creen en Dios y a los que no creen, a los lindos y a los feos, a los estúpidos y a los inteligentes, a los ladrones, a los violadores, a los asesinos, a los perros abandonados, a los gatos, a los caballos, bueyes y demás bestias que prefieren comer menos y ser libres a tener alimento y esclavitud aseguradas; a las vacas, gallinas y demás animales que tienen tantas ganas de vivir como quienes los mastican; a las ratas, a los mosquitos, a los árboles, a las flores, a la tierra, a los cascotes y a las perchas de sus roperos. Ayudan a todos y a todo y los anteponen a su propio bienestar puntual; y sin embargo son ellos, y solamente ellos, los seres más felices del planeta. ¡Egoísta paradoja la de la generosidad humana!. El que tiene temperamento generoso lo hace porque le sale así, no busca recompensa. Simplemente es así y lo ha sido siempre, desde bien pequeñito.

Pero no siempre una conducta generosa se corresponde con un temperamento generoso. Se puede ser generoso por imposición social o religiosa, por la educación recibida, o por los estímulos positivos que hemos recibido cada vez que hemos sido generosos, que no está mal si tenemos en cuenta que no deja de ser una ayuda. Pero ayudar así sería muy poco placentero, y hasta molesto y doloroso, para quien ofrece su colaboración, y aun el socorrido no se sentirá plenamente gratificado. Esto se parecería más a un carácter que se ha tenido que pelear y trabajar para conseguirlo en contra del temperamento egoísta primitivo.

Personalidad
La personalidad se puede definir como las pautas de pensamiento, percepción y comportamiento relativamente fijas y estables, profundamente enraizadas en cada sujeto. La personalidad es el término con el que se suele designar lo que de único, de singular, tiene un individuo, las características que lo distinguen de los demás. El pensamiento, la emoción y el comportamiento por sí solos no constituyen la personalidad de un individuo; ésta se oculta precisamente tras esos elementos. La personalidad también implica previsibilidad sobre cómo actuará y cómo reaccionará una persona bajo diversas circunstancias.

Las distintas teorías psicológicas recalcan determinados aspectos concretos de la personalidad y discrepan unas de otras sobre cómo se organiza, se desarrolla y se manifiesta en el comportamiento. Una de las teorías más influyentes es el psicoanálisis, creado por Sigmund Freud, quien sostenía que los procesos del inconsciente dirigen gran parte del comportamiento de las personas. Otra corriente importante es la conductista, representada por psicólogos como el estadounidense B. F. Skinner, quien hace hincapié en el aprendizaje por condicionamiento, que considera el comportamiento humano principalmente determinado por sus consecuencias. Si un comportamiento determinado provoca algo positivo (se refuerza), se repetirá en el futuro; por el contrario, si sus consecuencias son negativas —hay castigo— la probabilidad de repetirse será menor.

Formación y desarrollo de la personalidad
Herencia y ambiente interactúan para formar la personalidad de cada sujeto. Desde los primeros años, los niños difieren ampliamente unos de otros, tanto por su herencia genética como por variables ambientales dependientes de las condiciones de su vida intrauterina y de su nacimiento. Algunos niños, por ejemplo, son más atentos o más activos que otros, y estas diferencias pueden influir posteriormente en el comportamiento que sus padres adopten con ellos, lo que demuestra cómo las variables congénitas pueden influir en las ambientales.

Entre las características de la personalidad que parecen determinadas por la herencia genética, al menos parcialmente, están la inteligencia y el temperamento.
Entre las influencias ambientales, el carácter es uno de los componentes importantes en la formación de la personalidad. En la influencia ambiental es importante no sólo el tipo de influencia en sí, sino también cuándo ocurre, ya que existen periodos críticos en el desarrollo de la personalidad en los que el individuo es más sensible a un tipo determinado de influencia.

Las experiencias de un niño en su entorno familiar son cruciales, especialmente la forma en que sean satisfechas sus necesidades básicas (la ternura y el amor son cruciales) o el modelo de educación que se siga, aspectos que pueden dejar una huella duradera en la personalidad.

Las tradiciones culturales también son influyentes en el desarrollo de la personalidad. La antropóloga Margaret Mead convivió con dos tribus de Guinea y mostró esta relación cultural al comparar el comportamiento pacífico, cooperativo y amistoso de una, con el hostil y competitivo de la otra, pese a tener ambas las mismas características étnicas y vivir en el mismo lugar.

Algunos psicólogos sostienen que los rasgos de la personalidad de un individuo se mantienen estables a lo largo del tiempo. Otros piensan que varía según las distintas situaciones a las que se enfrenta. Probablemente este último enfoque sea más correcto pues si bien la personalidad está influenciada por el temperamento (genético), también lo está por la interacción con el entorno, la cultura en que se desarrolla y el carácter del individuo, todo ello cambiante.

Podemos hablar de desarrollo pleno de la personalidad cuando alguien es capaz de nutrirse por sí mismo, sin dejarse influenciar por condicionamientos exteriores a su ser. El hombre de gran personalidad hace, piensa y siente lo que tiene ganas de hacer, pensar y sentir, no lo que le impone su entorno.

Pero no confundamos nunca a quien tiene una gran personalidad con quien pretende imponer la suya a los otros. En apariencia, el "lavador de cerebros" sugiere gran personalidad, pero en realidad las cosas son exactamente al revés. Estos personajes son poseedores de un poder de persuasión magnífico siempre y cuando lo utilicen con personas poco racionales. Pero saber persuadir a los tontos no significa tener personalidad. Más bien es al revés, ya que el hombre de gran personalidad pocas veces llega a ser comprendido por los idiotas. El lavador de cerebros no suele tener ideas propias sino que se traga las ideas de otros y luego las repite fanáticamente. Pero como las traga sin meditarlas cuidadosamente, se le aferran como quistes dogmáticos en el cerebro y ya ningún otro conocimiento, por más que claramente aparezca como superior, puede hacerlo avanzar intelectualmente. El ejemplo clásico es el del fanático religioso. Sus actitudes, pensamientos y sentimientos son iguales a los que aconseja la Biblia, el Corán o cualquier otra fuente de dogmatismo ciego. Si su libro-personalidad perdiera el valor que hoy tiene para mucha gente, su propia personalidad desaparecería. El individuo con gran personalidad se siente halagado si lo imitan, pero sus acciones, pensamientos y sentimientos no se centran en buscar discípulos o imponer su visión a los demás, sino en vivir lo mejor posible. Si los discípulos le llegan, será sólo por añadidura.
También hay que distinguir entre quien no se deja influenciar por el entorno y el cabezón. No dejarse influenciar no significa no aceptar nada que provenga del exterior. En tal caso estaríamos negándonos a sacarles provecho a nuestros sentidos. Quien no se deja influenciar es aquel que recibe la información que le suministran sus receptores sensoriales y al instante la compara detenidamente con sus archivos personales. Si después de esta operación concluye que la información recibida es de mejor calidad que la que él atesoraba, sin vacilar se desprende de la vieja y se queda con la recién ingresada. Sólo el cabeza dura no acepta la validez de ninguna clase de sugestión, y esto es así un poco por capricho y otro poco porque sabe que su atrofiado discernimiento no está en condiciones de ponerse a prueba todos los días. El cabeza dura no evoluciona; la personalidad bien desarrollada, sí.

En próximos post intentaré explicar más a fondo todo este mundo del carácter, personalidad y temperamento, haciendo especial énfasis en los distintos tipos de cada uno de ellos.

Buena parte de esta entrada está inspirada, y en ocasiones copiada, de diversas páginas de Internet. Quizás la más interesante sea:
http://www.monografias.com/trabajos82/temperamento-y-caracter/temperamento-y-caracter2.shtml

miércoles, 25 de agosto de 2010

jueves, 19 de agosto de 2010

martes, 17 de agosto de 2010

Libertad moral

Hay cuestiones que deben ser reguladas o incluso prohibidas. Pero hay cuestiones que sólo deberían pertenecer al ámbito personal y las leyes sólo deben asegurar la libertad de cada individuo.

Las leyes no coercitivas, aquellas que no obligan a nadie pero permiten distintas opciones, cuando son posibles, han sido todo un logro en la democracia.

Pero en España sigue habiendo miedo a la libertad individual. Se siguen intentando prohibir cuestiones que sólo deberían pertenecer al mundo individual o incluso moral de cada ciudadano. Permitimos que los políticos escojan por nosotros. Que determinados ideales o morales se impongan y nos coarten nuestra libertad.

La prohibición de los toros en Cataluña, el intento de prohibir el aborto, la oposición a las bodas gay, la imposición del catalán en los colegios públicos, la intención de obligar a estudiar religión católica en las escuelas y otros muchos casos más ejemplarizan lo que quiero decir.

Y los grupos opresores siempre encuentran una magnífica excusa para imponer su ideología en donde caben opciones que no obligan a nadie:

1. Los antitaurinos (los que abogan por la prohibición, no me refiero a los que no les gusta y prefieren que desaparezcan de manera natural) se amparan en el maltrato animal.

2. Los antiabortistas, a que se mata a un ser humano.

3. Los catalanistas a que hay que defender la Lengua.

4. Los católicos que abogan por la religión católica obligatoria, porque España es un país de tradición católica.

5. Los que se oponen a las bodas gay, porque es antinatural o porque etimológicamente matrimonio procede de mater y jurídicamente siempre ha ssido la unión de un hombre y una mujer.

Si nos fijamos en los cinco ejemplos, todos cumplen una misma premisa. Los que intentan imponer en vez de dar opciones, se escudan en principios personales y defienden a algo o a alguién que no tiene entidad para protejerse a sí mismo. Ni los toros, ni los fetos, ni la tradición ni la naturaleza ni la Lengua son personas de carne y hueso con derechos y deberes. Son entes que sólo significan algo para un grupo de personas y no para todas.

La existencia de la ley del aborto a nadie obliga a abortar, a nadie se obliga a acudir a una corrida ni a casarse con alguien del mismo sexo, a nadie se le obliga a asistir a clases de religión ni se le impide a nadie y cualquiera debería ser libre para decidir por sí mismo o por sus hijos, si es mejor para ellos estudiar en catalán o en castellano.

Estos grupos opresores pueden ser de distinto signo y ves, divertido, como el que antes gritaba en nombre de la libertad de elección, al día siguiente justifica una imposición y corta la elección a los contrarios.

martes, 3 de agosto de 2010

Robert Bateman

Aunque os parezca imposible, no son fotografías. Son óleos del que, a mi juicio, es el mejor pintor hiperrealista. Sólo pinta animales y naturaleza. Podeis contemplar su obra pinchando aquí Todo un lujo.

sábado, 31 de julio de 2010

lunes, 26 de julio de 2010

Bosque




Es la primera vez que he pintado directamente con rotulador, sin dibujar nada previamente. Ha sido un buen ejercicio para mejorar mi pésima capacidad espacial.

sábado, 29 de mayo de 2010

La ideología que ata

Tener ideas propias, luchar por ideales, comprometerse con lo que crees, profundizar en nuestras emociones, es una magnífica forma de estar en el mundo.

La vida es cambiante, la realidad también. Por ello, las ideas no deberían ser inamovibles sino flexibles y siempre dispuestas a reconocer errores.

Pero hay personas que no tienen ideas (propias) sino ideologías, habitualmente tragadas sin pensamiento crítico de por medio. Se caracterizan por:

- No son realistas. Intentan adecuar la realidad a su ideología.

- Son dogmáticos.

- Tienen una dialéctica concreta que enmascara la falta de ideas propias con grandes frases de pancarta.

- No hay la más mínima autocrítica para su "tribu", que nunca se equivoca. Mientras que todo son críticas para los rivales, que jamás hacen nada bueno.

- Si los suyos cambian de opinión, se asume con naturalidad y se justifica con total impunidad. Lo que ayer era pésimo, porque era defendido por los contrarios, hoy es imprescindible, porque es apoyado por los propios.

- No leen para informarse, formarse o aprender. Sólo lo hacen para cargarse de razón.

- Cuando algo funciona bien es gracias a ellos. Si funciona mal es por lo mal que lo han hecho los oponentes o por la falta de apoyo de éstos.

Asumir una ideología de este tipo es apuntarse alegremente a la distorsión y al borreguismo.

viernes, 14 de mayo de 2010

Tartamudo

Con 5 años tuve, a la vez, una fiebre reumática y paperas. Recuerdo semanas de cama, hospital, dolores, pero nada de eso me dejó huella. Después de esa experiencia empecé a tartamudear, y cada día que pasaba era peor. No era capaz de decir una sola palabra seguida. Una frase se me hacía eterna. Cada palabra era una humillación y un sufrimiento. Cada parón se acompañaba de todo tipo de muecas con la cara y el cuello en un intento vano de ayudar a la laringe en este trago. Me veía indigno, absurdo, tonto e incapaz de provocar en alguien un sentimiento de amor. La mayoría de la gente se reía de mí.

Para terminar de mejorar el cuadro, padecí durante 10 años más lo que se llama Corea de Sydenham, más conocida como baile de San Vito, una complicación neurológica de la fiebre reumática. Consistía en espamos musculares bruscos con movimientos incontrolables de músculos de la cara, manos y, lo peor, de los pies, con caídas contínuas que provocaban más risas.

Nunca he comprendido ese extraño sentido del humor que consiste en reirte del sufrimiento y la debilidad del vecino.

No sé como reaccionan otros tartamudos, pero yo lo hice muy mal. Era un niño huraño, silencioso, agresivo, serio y triste. Siempre he sido alto y fuerte y he hecho ejercicio toda mi vida. Mis músculos me sirvieron para amedrentar a mis compañeros y vengarme de ellos a torta limpia. No pasaba un solo día en el colegio que no tuviera al menos una pelea. No toleraba que nadie se riera de mí y, el que lo hacía, lo pagaba. Muchas veces salía perdiendo en las peleas, pues me pegaba con cuatro o cinco a la vez, pues todos tenían amigos excepto yo. Pero el número de contrarios nunca fue obstáculo para liarme a guantazos y, aunque fueran muchos, todos se llevaban una buena tunda, aunque yo terminara destrozado. Y después, los seguía para que cuando se quedaban solos, se enfrentaran de nuevo cara a cara conmigo, en una pelea más limpia de uno contra uno y ahí, no tenía rival. Poco a poco, se dieron cuenta que jamás rehuiría una pelea y que cada risotada iba a ser causa de una paliza y me gané el ¿respeto? de todos. Nadie osaba meterse conmigo ni reirse de mí.

Pero los adultos eran diferentes. Comprar cualquier cosa era un suplicio que duraba horas. Tenía que ensayar cientos de veces las palabras adecuadas y que me salían mejor para no tartamudear. Pero cuando me tocaba el turno y pedía lo que fuera a comprar, tardaba una eternidad en conseguir expresar lo que quería. Y contra las risas de los adultos no tenía defensa ni ataque posible. Y si me decían, que me tranquilizara y hablara despacio o me terminaban la frase, era aún peor.

La gente creía que era un poco subnormal, porque usaba multitud de muletillas y, en muchas ocasiones, al no saber pronunciar la palabra correcta, tenía que buscar alguna con significado similar, pero generalmente eran una mala opción, por lo que mi expresión era muy pobre.

Otra reacción fue la competitividad. Desarrollé una competitividad brutal. Era la manera de demostrar a todos que yo era mejor que ellos en cualquier actividad, cuando en realidad me consideraba el ser más monstruoso del mundo. En todos mis exámenes durante años saqué un 10. Sólo suspendía dibujo y trabajos manuales y, a pesar de eso, dedicaba miles de horas para mejorar estas dos asignaturas, pero nunca lo conseguí. Tuve la suerte que eran dos asignaturas consideradas como menores y no me importaba demasiado no ser el mejor en ellas.

Mis padres lo hicieron bien, pero me daba cuenta que sufrían mucho. Para evitarlo, en la adolescencia, los fines de semana hacía como que quedaba con amigos para salir, pero en realidad me iba solo al parque y dejaba pasar varias horas hasta que era hora de regresar. Intentaba que creyeran que hacía una vida normal y que tenía una infancia y adolescencia feliz y completa. Mis moratones crónicos de mil peleas, eran supuestas lesiones deportivas, que ellos hacían como que lo creían.

Lo que más recuerdo de mi padre, y una de las cosas más bellas que he vivido, fue un día mientras estábamos en el campo, que se paró, me miró a los ojos y me dijo: Juan, ¿sabes lo que más me gusta de tí?. No, le respodí. Tu tartamudez. Porque eres un hijo tan perfecto que la tartamudez te hace más humano.

Desde los 12-13 años me empezaron a gustar las chicas, pero eran seres imposibles de alcanzar, Estaba enamorado hasta las trancas de Esther, pero jamás me acerqué a ella ni cambié una sola palabra. Era un amor furtivo y platónico. Una niña de ojos azules, tan preciosa, muy parecida a la cantante Jeanette (mi otro gran amor de adolescencia) era demasiado para un ser horrible como yo.

Con 16 años, durante las vacaciones en Mijas, una chica que se llamaba María Dolores, me amó, me besó y me descubrió lo que había detrás de la tartamudez: un ser humano con capacidad para amar y amarse.

Todo cambió desde entonces. Ahora sé que siempre tartamudearé, aunque he conseguido mejorar mucho, pero sólo es una pequeña dificultad que tengo. No soy tartamudo. Soy Juan y tartamudeo, ni más ni menos.

viernes, 7 de mayo de 2010

Sinceridad hiriente

No conozco a nadie que no se considere sincero.

Pero para algunos, ser sincero no es decir la verdad, sino ser desagradable, hiriente, insultante, grosero. Y cuanto más zafio es, más sincero se considera. Disculpan su crueldad por el bien supremo de la verdad.

Pero decir la verdad no tiene nada que ver con la mala educación. La franqueza puede doler, pero nunca molestar ni herir.

Y hay que tener en cuenta que, cuando decimos lo que pensamos, podemos ser sinceros, pero estar equivocados. Confundimos la verdad con nuestra verdad. Por ello debemos ser humildes y, cuando damos una opinión, ser conscientes de que nos podemos equivocar.

Al sincero hiriente le falta humildad. Y se le puede reconocer con una palabra: soberbia.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Los pepinos amargos de Marco Aurelio

Cuando se come un pepino amargo, tenemos dos opciones:

1. Quitar lo que es adorno e interpretación y ver la desnudez del hecho: es un pepino amargo, sólo un pepino amargo. Muy bien, recházalo y punto. No te lo comas.

2. Ante el sabor amargo del pepino decidimos juzgarlo. Iniciamos un discurso teñido de pasiones: ¿cómo es posible que haya llegado a mi mesa?. ¿Cómo han podido venderlo?. ¿No debería estar prohibido vender pepinos amargos?.

Una persona que juzga continuamente su experiencia en términos de valor es alguien que busca elementos del mundo que le permitan manifestar su profundo disgusto, tan torpe que no sabe evitar los pepinos amargos, tan pesada que no sabe sino hablar de los dichosos pepinos amargos.

Este pensamiento de Marco Aurelio lo he intentado vivir a lo largo de mi vida (con resultados dispares, todo hay que decirlo).

Demasiadas veces sufrimos, no por lo que nos pasa, sino por como interpretamos lo que nos pasa.

Demasiadas veces rechazamos a otros, no por lo que son ni por sus actos, sino por lo que interpretamos de su persona y actos.

Si interpretamos el mundo, lo desconocemos.

Mirar a los demás desnudos de nuestras interpretaciones, desnudos de ideas. Mirar al mundo como es, abriendo nuestros sentidos a todas las sensaciones sin pasarlas por el filtro de nuestros juicios de valor nos acercará a la realidad, a la felicidad.

domingo, 28 de marzo de 2010

Autismo: ¿neurodiversidad o enfermedad?

Recientemente han diagnosticado al hijo de un amigo de Autismo.

Conozco muy poco de esta condición y me he puesto a mirar por Internet. Al no saber del tema, no sé si la información que he encontrado es de calidad. Tampoco me termina de quedar claro lo que de verdad es un autista, por el amplísimo espectro de formas y maneras de ser autista así como grados muy diferentes. Tampoco me ha quedado claro en que se diferencian los Asperger del autismo, ya que me han parecido lo mismo.

Resumiendo lo que he captado, se trata de una manera diferente de razonar y de relacionarse con el entorno. Mentes que priorizan la sistematización sobre la emoción y los sentimientos. Resumiendo aún más: se parecen a Mr Spock en los casos de autismo con altas capacidades.

Pero el autista con alta capacidad no es la regla, sino la excepción. Hay autismos profundos con capacidades bajas, que dependen de los demás para subsistir.

Lo que más me ha llamado la atención es que hay una corriente de autistas (de alta capacidad la mayoría) que defienden que el autismo no es una enfermedad, sino una forma de ser que no requiere de tratamiento ni curación. No es una patología sino una condición. Que no es lo más frecuente pero es normal. Muchos padres de autistas no están de acuerdo con esta corriente.

Los autistas han creado el término neurodiversidad. Lo justifican en base a:

·En el autismo se dan diferencias neuroanatómicas en el cerebro, pero no tienen porqué ser anormales. Según su esquema, ellos son neurodiversos y los demás neurotípicos. Hoy en día se sabe que estas diferencias son de origen genético, es decir, no tiene su origen en un factor patógeno, como virus o sustancias químicas, o sea, no ha habido nada que haya dañado su cerebro, sino que han nacido así.

·Se quejan de que tanto los investigadores, médicos, psicólogos y demás profesionales, como sus propias familias, se han centrado en los aspectos negativos del autismo haciendo que el comportamiento autista no sea válido (a ojos de los neurotípicos), lo que conlleva la posibilidad de alimentar una autoestima baja al favorecer un autoconcepto negativo. Es preferible asumir que tienen una forma peculiar de percibir e interpretar el mundo que les rodea y unos comportamientos y formas de reaccionar diferentes.

·Un gran número de autistas que pueden expresar sus opiniones acerca del autismo rechazan la posibilidad de una cura para el autismo.la posibilidad de una cura para el autismo. Esto no es usual en personas afectadas por una verdadera enfermedad.Muchos autistas reportan que el autismo les provee de una manera especial de entender el mundo o de algún don extraordinario. Algunos dicen que el autismo es "algo bonito".

·Existe evidencia de que los autistas tienen ciertas capacidades cognitivas en mayor grado que la población general.

·El autismo no parece afectar la esperanza de vida de una persona.

·El término neurodiversidad es mucho mejor que desorden en cuanto a lo que se refiere a la autoestima de los afectados.

·Existe precedente. La homosexualidad fue considerada una enfermedad mental hasta 1973, cuando fue eliminada del DSM.

Por contra, el comportamiento autista muchas veces presenta dificultades significativas a los familiares de la persona afectada.

El comportamiento autista hace que sea difícil integrar a la persona afectada a las actividades de la comunidad.

El comportamiento agresivo y auto-dañino de algunos autistas puede resultar muy perjudicial tanto para la persona afectada como para los que la rodean.

Hay muchos autistas que no pueden expresar sus opiniones acerca del autismo. Dada la naturaleza del mismo, no se pueden hacer generalizaciones sólo por lo que piensa una minoría de los autistas.

Mi impresión personal, y según la definición de enfermedad de la OMS (que no me gusta precisamente), es que no se puede generalizar. Hay autistas que sólo son diferentes y hay que respetar esas diferencias y otros que no se pueden valer por sí mismos, y éstos sí entrarían de lleno en el concepto de enfermedad.

He copiado algunas partes de esta entrada de diferentes páginas.

domingo, 21 de marzo de 2010

Universo



Esta canción me tiene obsesionado últimamente.

En la serie "La pecera de Eva", que me encanta, es la canción central.

martes, 16 de marzo de 2010

Miedo a la libertad

La libertad social y la libertad individual, por lógica, tendrían que formar parte del mismo proceso. Pero nada más lejos de la realidad. En una sociedad "aceptablemente" libre hay gente que se esclaviza y en comunidades dictatoriales hay personas libres.

Ser libre es más fácil en una sociedad libre, pero ser libre, al final, depende de una actitud personal ante la vida. Es pensar por tí mismo y actuar según tu propio pensamiento crítico y autocrítico, aún asumiendo, en regímenes dictatoriales, rechazo o castigo.

Hay sujetos que son libres y respetan la libertad de los demás.

Los hay que son esclavos y transmiten miedo a la libertad.

Pero los hay que son libres y tienen miedo a la libertad de los demás.

Y a estos últimos me quiero referir en esta entrada.

Hay personas que tienen muy claros sus valores y creencias. Y viven según sus ideales. Son libres. Hasta aquí me parece fenomenal. El problema surge cuando pretenden imponer estos valores a los demás, y no necesariamente por ley, sino en ocasiones de una forma más sibilina, incluso más peligrosa: influyendo. Creando un estado de opinión tal que, quién no siga sus cánones, son señalados de forma despreciativa.

Influir es positivo en cuestiones sociales para hacer más fácil la convivencia y mejorar la calidad de vida de todos. Potenciar el uso de transportes públicos, la bicicleta o andar en vez del uso del coche, siendo una elección personal, beneficia al colectivo.

Pero en cuestiones puramente individuales, donde la elección que se haga sólo beneficia o perjudica a la persona, la influencia es propia de un sistema de pensamiento único, una manera de imponer una dignidad universal.

Ser ama de casa (o amo de casa) tiene sus ventajas e inconvenientes. Fomentar que las mujeres sean amas de casa (como hace 50 años) o fomentar que trabajen fuera, como ahora es el paradigma de lo que estoy hablando. Las consecuencias de fomentar una determinada opción lleva, casi ineludiblemente, al prejuicio, al desprecio de la que no hace lo que "está bien visto". En sólo 30 años hemos pasado de denostar a la mujer trabajadora y aplaudir al ama de casa a todo lo contrario.

Y ambos casos esconden el miedo a la libertad.....de los demás. Como no confiamos en que los demás hagan "lo correcto", hay que impulsarlo, fomentarlo. Y no es necesario ni conveniente. No hay casi nada en esta vida que sirva y sea bueno para todos. Se puede tener muy claro que ser amo de casa no va conmigo, pero no significa que no pueda venir bien a otras personas.

Pero no es más que un ejemplo. Hoy en día están muy mal vistas formas de ser que antes eran ensalzadas. Las religiones son otro ejemplo. El que no era cristiano hace 100 años, era mala persona. Hoy ser católico practicante es llevar una marca indeleble de rancio y derechón.

Se vuelven las tornas. Siempre se vuelven las tornas, porque siempre perseguimos la dignidad colectiva. Pero la ley del péndulo es implacable. Lo que hoy es maravilloso, mañana es pésimo y quiénes sufren son los seres que se niegan a ser como dicta la mayoría. Hoy en día ser transigente es políticamente correcto, pero se queda en palabras porque, a la hora de la verdad, la mayoría sólo son transigentes con los que piensan como él. ¿Hasta cuándo los de derechas serán denostados por los de izquierdas y viceversa?.

No estamos acostumbrados a algo tan simple como una información veraz y objetiva, con pros y contras para que, con esa información, cada cual haga lo que crea más conveniente. Es mucho más fácil fomentar e influir y, de esta manera, manejar a los demás y dificultar la libertad de elección. Yo soy libre, porque vivo como quiero y los demás son menos libres porque si no viven según mis cánones, serán despreciados.

sábado, 13 de marzo de 2010

Naturalidad

Hasta hace unos días, un misterio envolvía mis relaciones con los demás. Hay personas con las que no me encuentro a gusto. Las rehuyo todo lo que puedo.

Estas personas no parecían tener ningún nexo en común. Las había inteligentes y poco inteligentes, serias y alegres, optimistas y pesimistas, buenas y malas personas, divertidas y aburridas y, sobre todo, las había que me caían muy bien o mal.

Durante muchos años he tratado de encontrar ese nexo común, más que nada, para conocerme mejor y saber porqué reacciono así. Pero también porque a algunas de ellas las quiero y admiro.

Y el otro día, por casualidad, se hizo la luz. La respuesta era tan simple como sencilla: naturalidad.

La falta de espontaneidad y la manera de comportarse artificiosa me repelen. Personas que miden sus pasos y gestos, que no dejan salir su forma de ser, que se conducen con rigidez.

Y esta falta de naturalidad no necesariamente indican maldad, ni intento de engañar a los demás sobre la verdad de sus vidas. Muchas veces no intentan estafar, pero van con pies de plomo. Da la impresión que necesitan y dependen tanto de su imagen, que siempre se tienen que comportar de manera que la mantengan íntegra.

La naturalidad va inevitablemente unida a la sencillez. A comportarse de acuerdo con su propia naturaleza, sin artificios ni adornos. Ser tal cual se es y se piensa. Supone no tener miedo al ridículo, tener poca vergüenza y aprender a reirse de uno mismo. No tomarse a sí mismo demasiado en serio. Huir de la trascendencia.

Este descubrimiento se ha vuelto contra mí. Me considero/consideran una persona muy natural. Sin embargo cuando escribo, me descubro artificoso. No me gusta como escribo, aunque sí me guste lo que escribo. Para intentar que mi mensaje sea interpretado con la misma intención que ha sido pensado, uso palabras y expresiones que no uso en la vida diaria. Por eso, cuando leo algo que redacté hace tiempo, me queda un regusto amargo. Es como si lo hubiera escrito otro que piensa como yo. Y me disgusta. Mucho.

lunes, 8 de marzo de 2010

Renta básica universal

La renta básica universal (RBU) es un ingreso pagado por el Estado, como derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quien conviva. Consiste en que el Estado dé una paga a todas las personas, independientemente de donde viva, de su raza o sexo, de que trabajen o no, e igual para todos.

La idea partió de Philippe Van Parijs y colaboradores, economistas de la Universidad católica de Lovaina, y ha sido apoyada por muchos otros economistas, filósofos y sociólogos. En España, Daniel Raventós creó la Red Renta básica, que apoya este concepto.

Aceptar una idea así tiene dos condicionantes básicos: éticos y de viabilidad económica.

Condicionantes éticos
¿Tiene una persona derecho a recibir dinero del trabajo y del esfuerzo de los demás, sin dar nada a cambio?.

Esto ya existe. Hay personas que, por herencia, y sin haber trabajado en su vida, no van a trabajar jamás y, sin embargo, viven con un altísimo nivel de vida.

También hay subsidiados eternos que siempre reciben y nunca cotizan. Pues con la RBU, esto se generalizaría para toda la sociedad. No existiría ese gueto de privilegiados subsidiados. Todos seríamos igual de privilegiados.

Si entendemos que por el simple hecho de nacer ya tenemos derechos, no sería un disparate plasmarlo en la realidad consiguiendo que todos los ciudadanos tuvieran sus necesidades cubiertas.

Pero hay un argumento con mayor peso. La justificación de la libertad real distingue entre las sociedades formalmente libres y las realmente libres.

Según Van Parijs, una sociedad realmente libre es aquella que satisface las tres condiciones siguientes, en este orden de prioridad:
1) seguridad –existe una estructura de derechos y libertades básicas bien articulada-;

2) propiedad de uno mismo –en esa estructura, cada persona es propietaria de las decisiones sobre su vida-;

y 3) ordenamiento de la oportunidad –si, en esa estructura, cada persona cuenta con la mayor oportunidad posible para hacer cualquier cosa que pudiera querer hacer; en una sociedad realmente libre, quienes tengan menos oportunidades tendrán las máximas que podrían tener en cualquier otro ordenamiento que podamos llevar a cabo-.

Todo ello define una sociedad realmente libre, puesto que formalmente libre lo es una sociedad que cumpla sólo las dos primeras condiciones. Van Parijs justifica la RBU argumentando que sin duda en una sociedad con una RBU los que tuviesen menos oportunidades tendrían más que en cualquier otra sociedad.

En otras palabras, no hay libertad real si no hay auténtica posiblidad de hacer lo que uno realmente quiere hacer. Si una persona ya tiene sus necesidades básicas cubiertas, no se verá obligado, por las circunstancias, a realizar trabajos que no quiere ni desea o a tener que acudir a la economía sumergida y a la explotación de un empresario sin escrúpulos.

La RBA podría, en algunos casos, fomentar el parasitismo. Pero, probablemente, ni más ni menos que lo fomentan los actuales subsidios, con la salvedad que ya no habría que investigar posibles fraudes.

Condicionantes económicos
La primera consecuencia positiva es la erradicación total de la pobreza.

La segunda, la posición actual del empleo para sobrevivir en vez de trabajo para crecer. El trabajo por encima de la persona. La despersonalización del parado y las consecuencias psicológicas negativas que sufre el parado, que vive en un mundo en que sin trabajo no hay derecho a vivir.

La tercera es que se abrirían puertas a que mucha gente no trabajara en puestos remunerados sino en asociaciones sin ánimo de lucro para mejorar todas las condiciones sociales tanto en nuestro pais como en cualquier otro.

¿De cuanto estaríamos hablando?
La RBU debería estar por encima del índice de pobreza de un país. En España rondaría los 500 euros al mes por persona mayor de 18 años y 250 euros para cada menor de 18.

¿Es factible?
Según los expertos, sí. Hay que tener en cuenta que desaparecerían otros gastos del Estado, como las inspecciones para ver si los parados o los que está supuestamente enfermos, es cierto que lo están, desaparecerían las pensiones de jubilación, los subsidios de paro, comedores sociales, la burocracia del Estado, etc.

Según los estudiosos se piensa que habría mucha gente que seguiría trabajando, pero se cambiarían muchas pautas actuales, a saber:

1. Habría mucho más autoempleo y autónomos, pues ya no existiría el miedo a montar un negocio y que fracase, porque siempre tendremos el mínimo cubierto.

2. Los trabajos más desagradables se tendrían que pagar más, porque poca gente estaría dispuesta a hacerlos si no hay una compensación suficiente.

3. Los trabajos más agradables, por contra, se pagarían menos, pues habrían muchas más personas dispuestas a hacerlos.

4. Prácticamente desaparecería la economía sumergida, pues a casi nadie le interesaría trabajar en negro, pues la RBU no es incompatible con el trabajo remunerado, al contrario que los distintos subsidios actuales, el paro o la incapacidad absoluta.

Pero los impuestos sí tendrían que subir. El IVA sería el impuesto que, en justicia, más debería subir. Que pague más, no el que más gane (que también), sino sobre todo el que más consume. Penalizar el consumo es una manera de hacer una sociedad más sostenible.

Uno de los problemas con los que se enfrenta esta concepcion económica es la inmigración. Habría un efecto llamada brutal de inmigrantes hacia los países que lo pusieran en marcha. Pero posiblemente, la mayoría de inmigrantes hicieran lo mismo que los nativos del país: trabajar y generar a su vez ingresos.

Otro de los problemas que se plantean es que muchas mujeres podrían optar por trabajar sólo en casa y volver al antiguo sistema de hombre fuera/mujer en casa. Pero no veo ningún problema en que la gente decida lo que quiere hacer sin condicionantes económicos de por medio.

Partes de esta entrada han sido copiadas y pegadas de distintas fuentes. A mí me ha parecido muy interesante el tema, como mínimo para discutirlo y pensarlo. No sé que pasaría si se implantara. Posiblemente surgirían problemas al principio, pero se podrían superar e ir cambiando lo que estuviera funcionando mal.

lunes, 1 de marzo de 2010

Liberación masculina

Los roles masculinos y femeninos han estado muy presentes en la vida de la gente durante siglos o milenios. Probablemente han sido necesarios, y hasta cómodos, en una situación en que la supervivencia pendía de un hilo y las necesidades básicas no estaban aseguradas. Cada uno sabía lo que se esperaba de él y lo que debía hacer.

En este reparto de tareas, la mujer se llevó la peor parte, pero el hombre tampoco se libraba de la falta de libertad que supone ser etiquetado. No llorar, falta de empatía con los hijos, ser siempre fuerte y en cualquier circunstancia y, en resumen, negar las propias emociones.

Cuando las necesidades básicas son fácilmente cubiertas y hay tiempo y lugar para dedicarnos a otras tareas más intelectuales, a profundizar más en nuestro ser, la palabra libertad comienza a tomar fuerza. Se comienza liberando a la sociedad en general de las dictaduras externas y, más tarde o temprano, comenzamos a liberarnos de las cadenas internas. Los roles y etiquetas son las ataduras que más nos esclavizan porque son las más difíciles de romper.

Han sido las mujeres las que más han luchado para la liberación y la superación de unos papeles que ya no tienen sentido. Pero creo que han sido los hombres los que más se han beneficiado de este proceso emancipador, al que tantas trabas se han y siguen poniendo.

El hombre vive su recién estrenada libertad con naturalidad y hasta con alegría. Nos hemos ido dando cuenta (no todos) de las enormes ventajas que supone no ser el macho eterno, el personaje impasible, el padre rígido, el ser insensible, el "cabeza de familia".

Nuestro "honor" y "buen nombre" ya no depende de lo que haga una persona (generalmente mujer), sino de lo que hagamos nosotros mismos. Nuestra familia no depende en exclusiva de lo que nosotros busquemos fuera. Hemos descubierto lo maravilloso que es ser padre. Tenemos más sexo que nunca, y no hay que casarse con la primera que te acuestas. Encontramos placer compartido en casa con una mujer que nos desea en vez de una santa que no tiene más remedio que poner un agujero a nuestra disposición.

En una sociedad en que las prisas y el stress son santo y seña, los hombres hemos sabido adaptarnos muy bien a la nueva situación. Casi siempre tenemos tiempo para nosotros. La ansiedad y la depresión, sin ser exclusivas de las mujeres, son a ellas a quién más ataca.

¿Y porqué?

Porque nadie espera demasiado de nosotros. Nadie nos exige demasiado y nosotros tampoco nos exigimos en exceso. Y esto es bueno. Muy bueno.

La liberación femenina ha tenido muchas consecuencias positivas para las mujeres. Pero la liberación ha llegado más por la vía legal que por la vía social y personal. Algunas lo han aprovechado y viven su libertad con naturalidad, sin complejos. Pero no es así en muchos casos. Se ha impuesto una nueva etiqueta, una nueva imagen de mujer maravillosa digna de todos los elogios de la sociedad: la super woman. Trabaja, estudia, se prepara, es madre amante y maravillosa, esposa perfecta, su hogar está impoluto, tiene un aspecto exterior impecable, una figura perfecta, un peinado divino. He visto algunos correos ensalzando a este tipo de mujer, que es la última que se acuesta dejando todo preparado para que su familia sea feliz.

Pido perdón por lo que voy a decir, pero esta mujer no me parece maravillosa, sino gilipollas. Una persona que se autoesclaviza no me parece digna de elogio sino de pena.

Demasiadas mujeres se han incorporado al mundo del trabajo sin dejar atrás su antiguo "rol femenino". Se sienten culpables si no son las perfectas amas de casa y madres que se espera de ellas. En realidad no se han liberado, sino que se han echado más responsabilidades.

En general, los hombres se han adaptado a las nuevas circunstancias, pero muchas mujeres no, y lo están pagando yendo por la vida como pollos descabezados, con toda la ansiedad e infelicidad que ello conlleva.

No tengo recetas mágicas, pero en el egoísmo sano puede estar la clave. En decidir que nosostros tenemos que vivir nuestra vida y no dejar que los demás decidan como la debemos vivir. No sólo hay que ser libre. Hay que saber serlo.

sábado, 13 de febrero de 2010

Frugalidad frente a miseria

El concepto occidental de riqueza y desarrollo, llevan a una situación de consumo insostenible. El bienestar es un concepto que se mide según unos criterios puramente económicos y de seguridad. Pero este no es mi concepto de bienestar, al menos no el más importante.

Africa es una pulga económica (sólo supone el 2% del PIB mundial) y sin embargo genera una riqueza no tangible ni medible: felicidad, sobre todo en los entornos menos contaminados por los valores económicos occidentales.

Para alcanzar el supuesto bienestar, cada vez exigimos/nos exigimos más posesiones que, sin ser necesarias, las convertimos en imprescindibles. Ya no es suficiente con un plato de lentejas, un techo donde cobijarse y algunas prendas con las que cubrirse. Nuestra sociedad consumista califica de miseria y vida poco digna cuando se tienen cubiertas estas necesidades y no se tiene para nada más.

Parece que no tener coche, vacaciones en la playa, TV, radio, lavadora, secadora, frigorífico, fines de semana en la sierra, Play station, cientos de juguetes para los niños, cocina completa y un larguísimo etc, es ser pobre. El que no los puede tener, efectivamente considera que su vida es mísera y le acarrea infelicidad. Así se llega a la conclusión capitalista que la felicidad está directamente relacionada con las posesiones.

A todos se nos llena la boca diciendo que la felicidad no está en el dinero, pero nuestros hechos nos desmienten. La mayor parte de nuestro tiempo y esfuerzo va dirigido a conseguir dinero para tener posesiones.

Y es una rueda inacabable porque, cuanto más tenemos, más deseamos y más esfuerzo y horas de trabajo tenemos que dedicar para seguir satisfaciendo el hambre consumista.

Todavía existen colectivos que viven frugalmente, cuidando sus cosechas o sus animales, que les dan lo imprescindible para sobrevivir en lo económico, pero vivir, y muy bien, en lo social. Comunidades en que las relaciones interpersonales, las horas de pesca en un río, las charlas nocturnas con la familia, las fiestas pueblerinas, el manejo del tiempo y el trabajo duro son ingredientes que confieren una vida pobre, según cánones occidentales, pero digna, humana y relativamente feliz. Quizás no ideal, pero sí plena. Tienen riqueza relacional.

Cuando a estos colectivos llega el desarrollismo, aumentan en algo las posesiones pero aparece la miseria. ¿Cuantos indígenas que vivían con una aceptable calidad de vida en sus tribus dan el salto a la capital y malviven y desesperan en los suburbios, eso sí, con una radio, una televisión y un coche destartalado?.

Mientras, en Occidente, dependemos de que el PIB crezca año tras año y, con cada crecimiento, insostenible a todas luces, supuestamente mejoramos nuestro nivel de vida tanto como empeoramos nuestra calidad de vida y devastamos el entorno. Y cuando el PIB no crece, es un desastre total y la infelicidad se hace aún mayor de la habitual.

Actualmente algunos economistas abogan por el decrecimiento. No como algo impuesto por una crisis del sistema, sino como algo elegido, un volver atrás en el consumismo, un sistema totalmente diferente al que tenemos. Una manera distinta de relacionarnos con el tiempo, alejándonos de la velocidad y sabiendo apreciar la quietud y la calma. Un volver atrás dejando de lado el productivismo para centrarnos en las relaciones.

Como dice Serge Latouche “el proyecto de una sociedad del decrecimiento es radicalmente diferente del crecimiento negativo, es decir, al que conocemos en la actualidad. El primero es comparable a una cura de adelgazamiento realizada voluntariamente para mejorar nuestro bienestar personal cuando el hiperconsumismo nos amenaza con la obesidad. El segundo es más parecido a que nos pongan a régimen forzado, hasta el punto de matarnos de hambre: no hay nada peor que una sociedad del crecimiento sin crecimiento. Se sabe perfectamente que una simple desaceleración del crecimiento hunde a nuestras sociedades en el desconcierto, el paro, la ampliación de las diferencias entre ricos y pobres, la reducción de la capacidad de compra de los más necesitados y el abandono de los programas sociales, sanitarios, educativos, culturales y ambientales que aseguran un mínimo de calidad de vida.”

Pero cada individuo está muy ligado a los engranajes del sistema. Retirarse del mismo es casi imposible.

No tengo respuestas. Os dejo estas consideraciones que me plantean dudas. No sé qué pasaría si empezáramos a romper círculos y cadenas y optáramos por esta sociedad del decrecimiento. La frugalidad puede no ser miseria sino una de nuestras mayores riquezas. Es más rico el que menos necesita. Quizás, más tarde o temprano, no tengamos más remedio que hacerlo. De momento, vivimos muy cómodos pero ¿por cuánto tiempo más?.

domingo, 7 de febrero de 2010

Madurez

¿Qué es la madurez?. ¿Para qué sirve?. ¿Se puede ser maduro e inocente?. ¿La madurez procura felicidad?. ¿Como sé que estoy maduro?.

Definición

Como me pasa tantas veces, la definición de la RAE, siendo exacta, me deja frío. "Buen juicio o prudencia, sensatez."

Pues sí. Son características de una persona madura. Pero hay muchas más características que considero necesarias.

La madurez, más que un momento cronológico, es un estado mental, en el que se acepta como un todo nuestro lado más emocional y nuestro ser racional, conjugándose ambos, para dotar nuestra personalidad de una coherencia interna, es decir pensamos, decimos y hacemos lo mismo, sin contradiciones. Esta coherencia interna no implica inmovilismo. La persona madura cambia y sigue creciendo.

¿Para qué sirve?

Para saber cuidarnos. Para hacernos independientes. Para no ser esclavos de dependencias, miedos o lazos afectivos que asfixian.

Sirve para situarnos en el mundo y aceptar el entorno aceptándonos. Ocupando nuestro lugar en el mundo de una manera realista, dando lo que podemos dar y sabiendo recibir. Comprometiéndonos con lo que nos podemos comprometer, respetando nuestras posibilidades.

¿Se puede ser maduro e inocente?

Hay una tendencia a considerar madurez e inocencia como antónimos. Y es cierto que en muchas personas es así.

Las experiencias hostiles nos pueden hacer incrédulos y muy críticos con el ser humano. A no creer en nadie. A considerar al vecino como un posible lobo más. A tratar al de enfrente con ironía y sarcasmo en vez de con la humildad necesaria del que sabe que puede aprender del más lerdo. Y nos convertimos en erizos.

En estos casos se puede hablar de madurez emocional, pero no de madurez social.
Cuando se consigue ser maduro y a la vez inocente, se alcanza el grado de madurez máxima: emocional y social. La inocencia no es sólo no ser culpable. También supone no buscar culpables en los demás.

Pero ser inocente no significa ser lelo. Una persona inocente y madura se integra perfectamente en su entorno, crea buen ambiente a su alrededor, saca lo mejor de los demás, pero no se engaña con respecto a las debilidades propias y ajenas ni las maneja a su favor. Sólo le sirven para comprender. Y de esta comprensión surge la lucidez.

¿La madurez procura felicidad?

Ni la madurez e inocencia son antónimos ni la madurez es sinónimo de felicidad.

Pero siguiendo la idea anterior, la persona madura emocional y social, tiene mucho recorrido hecho para un estado de felicidad.

Pero también se puede ser feliz siendo inmaduro.

¿Como sé que estoy maduro emocional y socialmente?

Cuando estás dispuesto a cambiar, si es necesario.

Te autocriticas, no para machacarte, sino para mejorar. Aceptas de la misma manera la crítica ajena.

No te entregas al victimismo y a la autocompasión.

Te rìes de tí mismo y no pasa nada.

Eres libre pero te responsabilizas de tus actos sin excusas ni justificaciones.

Sabes pedir perdón y rectificar.

No esperas ser especialmente considerado por los demás.

Sabes controlar tu ira y rabia.

Huyes de reaccionar. Prefieres la acción y la anticipación.

Sabes que la vida no se rueda en blanco y negro. Hay un amplio abanico de colores. No hay buenos ni malos.

Consigues el equilibrio en tus ideas. No hay extremismo, ni el todo o nada. "En el centro suele estar la virtud".

Huyes de prejuzgar y juzgar. Prefieres comprender y saber.

Aceptas perder y sabes ganar.

Te alegras con los éxitos de otros. No sabes de celos ni de envidias.

Apenas te preocupas. Prefieres ocuparte.

Sabes que el universo no gira alrededor tuyo.

domingo, 10 de enero de 2010

Los toros

No soy un entendido en la fiesta de los toros, pero me gusta. Veo arte, emoción, aventura, sorpresa, bravura, fuerza y un cara a cara con la muerte en cada lance.

Pero no todos lo ven de esta forma. Donde yo veo belleza otros ven tortura y muerte.

El único argumento que tienen los antitaurinos para prohibir la Fiesta es el sufrimiento del animal. Unico y devastador, por otra parte. Debo reconocer que es un alegato de primera magnitud.

Sin embargo, creo que hay suficientes razones para seguir permitiendo este festejo.

1. Sensibilidad

Alguna vez he leído que los taurinos somos insensibles y que las corridas de toros no son arte sino salvajismo.
Pero definir el arte es tan difícil como definir la vida. Posiblemente porque cada uno tiene su propio concepto.

Para mí el arte es cualquier obra humana que emocione a un espectador. Así pues, es realizado por un emisor y conceptualizado como tal por un receptor. Pongo especial énfasis en la emoción. Al ser meramente subjetivo, lo que para algunos es arte para otros puede ser un esperpento.

El arte y la belleza son captados por los órganos de los sentidos, pero son procesados por el cerebro que es quién moldea los sentimientos que nos produce lo aprehendido por los sentidos. Por eso, donde una persona ve objetivamente crueldad, sangre y muerte, otra, que está contemplando lo mismo, sólo ve belleza. Sucede lo mismo cuando se está ante el "Fusilamiento del dos de mayo" de Goya. Objetivamente nuestros ojos ven sangre, muerte y sufrimiento, pero nuestro cerebro ve belleza, emoción, ansia de libertad, heroismo. Algo muy similar nos pasa a los taurinos con los toros, sabemos que hay sangre y dolor, pero no es eso lo que nos fascina ni lo que nos mueve a disfrutar de este espectáculo. No somos insensibles. Simplemente tenemos una sensibilidad diferente.

2. Derechos de los animales.

¿Se pueden tener derechos sin tener deberes?. Yo creo que no. Lo considero injusto.

En mi opinión, los derechos van intimamente unidos a los deberes y, sólo existen en la realidad y no son simple papel mojado, si el sujeto de derecho los puede exigir. Dar derechos a los toros, cuando estos no tienen la más mínima capacidad para defenderlos, no sirve de nada. Sin embargo, sí que tenemos deberes hacia ellos que estarán en función de lo que cada sociedad elija, dependiendo de sus necesidades, tradiciones, costumbres o sensibilidades.

En España está permitido el sacrificio de animales destinados a la alimentación y al arte, como las corridas de toros. También se permiten criar determinadas especies para pieles. No se permiten sin embargo, el maltrato gratuito ni la muerte de animales sin una utilidad general, salvo para el que las comete. Y estoy de acuerdo con esta regulación. ¿Porqué?.

3. Libertad moral.

Por que creo en una sociedad en que la moral es una cuestión puramente individual y se deben respetar las distintas sensibilidades. La libertad moral está incluso por encima de la democracia y de los animales por que, cuando hablamos de asuntos de moral, no deben valer las mayorías. Una mayoría no puede imponer a la minoría su concepto del bien y del mal por que, en este caso, entraríamos en la peor de las dictaduras, la dictadura de la moral. Sólo hay que recordar los regímenes islámicos o, el tan cercano para nosotros, régimen franquista. Si yo estimo que ser gay es inmoral, está prohibido serlo y, al que le caze, va a la cárcel.

La existencia de la fiesta no obliga a nadie a acudir a ellas. Que se pueda comer carne no obliga a los vegetarianos. Sin embargo, la prohibición de la fiesta o la prohibición de comer carne, en base a una moral en que el bien consiste en no hacerle daño a los animales, sí impide a los que no tienen esa moral desarrollar su libertad.

Todo tiene sus límites. Hasta la libertad moral los tiene. Si una inmensa mayoría del colectivo, pongamos por ejemplo un 90-95 %, quiere prohibir algo en base a su moral, lo puede hacer. Con esto se conseguirían evitar los abusos de las minorías. No sería de recibo que en Noruega se pudieran celebrar corridas de toros o en Arabia Saudí poner granjas de cerdos en base a a libertad moral de unos pocos, como no sería de recibo que por que algunos disfruten ahorcando galgos lo puedan hacer, aunque la inmensa mayoría de la sociedad está en contra.

4. Cosas positivas de la fiesta de los toros.

1. Veo arte, belleza, valor, nobleza, entrega, emoción, lucha. Una forma de entender la vida.

2. Creo sinceramente que, sin la fiesta de los toros, estos no desaparecerían, estoy seguro que el Estado ni nadie lo permitiría, pero no serían ni el mismo número ni con la misma calidad de vida de la que gozan en la actualidad.

3. Todas esas dehesas que ahora ocupan, no se seguirían ocupando por los toros, son demasiado extensas y sería demasiado costoso y, si en un principio se intentaría, poco a poco, un alcalde por aquí y un concejal por allá, un gobierno de aquí y un ministro de allá, tendrían la magnífica ocurrencia de hacer campos de golf, urbanizaciones, etc. No en todas, pero sí en algunas y con que sólo una de esas dehesas se convirtiera en campo de golf, ya veo positivo el toreo.

4. Después de la corrida, el toro no se tira a la basura. Se come....y está buenísimo, sensacional.

5. 1.5 % del PIB nacional. 200.000 puestos de trabajo. Con los tiempos que corren, esto ya lo veo muy positivo. No es un argumento a favor de los toros. Pero es muy psitivo que la fiesta dé, aquí y ahora, 200.000 puestos de trabajo.

viernes, 8 de enero de 2010

Derechos y deberes

Un mismo asunto puede ser visto por distintas personas desde diversas perspectivas. Y, dependiendo de la perspectiva, se pueden tomar conclusiones distintas y esto haga que actuemos de manera diferente.

A los derechos y deberes se les puede aplicar perfectamente este razonamiento.

Las reflexiones que vienen a continuación no tienen ninguna base jurídica ni lo pretenden ser. Son una manera personal de enfrentarme y comprender lo que me rodea.

Todos damos por entendido que tenemos derechos y deberes. Es más, aún contemplando los derechos como algo deseable y los deberes como algo no apetecible, ambos van indisolublemente unidos. No hay derecho que no implique, necesariamente, un deber.

Pero nuestra sociedad en general y los políticos en particular, han hecho del derecho el adalid de la justicia y han ocultado deliberadamente el deber. Los derechos se anuncian a bombo y platillo, todos nos regocijamos y los políticos son mucho mejor valorados. Tienen buen cuidado en encubrir los deberes.

Y de tantos y tantos derechos que nos van dando y de tantos deberes que nos van ocultando, se está formando una idea en el colectivo de que tenemos derechos, exigimos nuestros derechos, defendemos nuestros derechos, pero demasiadas veces nos olvidamos de los deberes. Y, sin deberes, no hay derecho que valga.

Aunque parezca una tontería y se sobreentienda que detrás de los derechos hay deberes, prefiero llamar a cada cosa por su nombre. Y lo que es un derecho, llamarlo realmente derecho y lo que es un deber, llamarlo por su nombre y no confundir una cosa con la otra. Dejar la hipocresía y ser realista con lo que realmente sucede en nuestras vidas.

Para mí, quién no tiene deberes, no puede tener derechos.

Me diréis: un niño recién nacido, un animal, un enfermo en coma profundo, un autista profundo o una persona con demencia senil ¿no tienen derechos?. Bajo mi punto de vista, no. Y tampoco deberes.

Dar derechos a los que no los pueden defender o exigir no tiene sentido. Lo mismo que imponer deberes al que no los puede cumplir. Dar el derecho a un recién nacido a alimentarse, o a un lince a que no lo maten o maltraten, o a un enfermo en coma cuidados médicos, no es nada realista sencillamente porque ninguno puede exigir el cumplimiento de esos derechos. No me imagino a un pollo denunciando a un matadero que lo está haciendo mal o a un recién nacido poner una denuncia a sus padres porque le están golpeando.

Los derechos sólo se otorgan al que los puede hacer efectivos. Dárselos al que no tiene la más mínima posibilidad de reclamarlos es papel mojado. Es una manera de disfrazar un deber de derecho. Es obviar la maldita palabra "deber". Es la manera que tiene el político de dulcificar una imposición, generalmente necesaria.

Entonces, ¿cómo defender a los desvalidos?.

Imponiendo deberes a los demás. Por eso, si el bebé no tiene derechos, los padres sí tienen deberes respecto a él. Los animales no tienen derechos, pero los humanos nos imponemos deberes, los que cada sociedad elija, con respecto a ellos. Los autistas o los pacientes en coma, no tienen derechos, pero sí tenemos los demás el deber de cuidarlos, darles asistencia médica y preservar sus posesiones.

Si un padre maltrata a un bebé, se le condenaría, no por atacar los derechos del niño, sino por faltar a su deber de protección.

Puede parecer lo mismo dar derechos que imponer deberes. Se defiende de la misma forma al niño dándole derechos o imponiendo deberes a los padres o a la sociedad.

Puede ser lo mismo, pero no es igual, por que:

1. Somos sinceros con la realidad. Llámamos a cada cosa por su nombre y descartamos el buenismo del "derecho" por la realidad del "deber".

2. Se va fomentando en todos la conciencia del deber, de la responsabilidad, de las consecuencias. Algo que nos está haciendo mucha falta.

3. La libertad está emparentada con los derechos. La responsabilidad con los deberes. Pero de la misma forma que no debe existir la libertad sin responsabilidad no pueden existir los derechos sin los deberes.

4. Creo que sería una forma de seguir exigiendo derechos pero también de aprender a aceptar nuestros deberes.


"No preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país."

JF Kennedy