sábado, 2 de julio de 2011

Madres sufridoras

El sufrimiento santifica, según nos enseña la cultura judeocristiana. Por eso, las madres que sufren por sus hijos, son unas santas. Hasta tal punto ha enraizado en nuestra sociedad este pensamiento que casi nadie lo pone en duda. De tanto repetirse se ha convertido en un dogma (otro más) irrebatible.

Pues mi experiencia me dice que cuando una madre sufre por sus hijos, suele tratarse de una pésima madre. No me entra en la cabeza como una adulta de 35 años se siente víctima de un crío de tres años y lo culpabilice de su sufrimiento delante de todo el que la quiera oir. Y las que lo oyen asienten y corren a contar lo mucho que sus pequeñajos las hacen sufrir. Al final es un auténtico pandemonium de ver quién es más víctima de sus propios hijos.

Suelen ser mujeres que lo dan “todo” por los hijos, que sacrifican sus vidas para el “bien” de su prole, pero con la leche materna va un veneno muy refinado que va entrando poco a poco en el alma de la verdadera víctima, el hijo: el sentimiento de culpa y de deber filial. Lo dan “todo” pero a cambio los hijos tienen que ser, sentir y comportarse como ellas quieren y, si no lo hacen, son culpables del sufrimiento materno. Ellas saben perfectamente que es lo mejor para sus hijos, y pobre del que no comparta su opinión.

Y es un maltrato tan generalizado que no es considerado como tal, sino la forma normal (incluso ideal) de relación entre una madre y sus hijos.

La madre sufridora es la madre manipuladora.

5 comentarios:

Lenka dijo...

Siempre me ha parecido de lo más curioso que mujeres que afirmaban estar locas por ser madres y que vivían ese proyecto con la mayor ilusión empezaran luego a lamentarse desde el minuto uno. Las que hablan de su embarazo como de una pesadilla, de su parto como una tragedia y luego te van desgranando el rosario de tormentos que supone la maternidad: noches sin dormir, berrinches, travesuras, dedicación casi exclusiva... y así hasta llegar al botellón, los porros, las pintas que me lleva, las malas contestaciones... para llegar luego a la terrible afrenta de que el vástago eligiera la peor profesión, la peor pareja, la peor forma de vida, todo aquello que indigna y ofende profundamente a la pobre madre, todo aquello que la hiere en lo más hondo después de los enormes sacrificios realizados desinteresadamente.

Buf! Y conozco a muchas así, la verdad. Y da miedo. Son las mismas que me miran con malos ojos si menciono la leche en polvo en lugar de la materna o si aseguro tener claro que mis hijos serán un coñazo desde el primer día, un coñazo que asumo porque lo elegí yo misma.

Es increíble la cantidad de modos enfermizos en que podemos llegar a relacionarnos. Esta sólo es una más de tantas, por desgracia.

Juan dijo...

Exactamente esa es la clave Lenka: la manera enfermiza de relacionarnos.

El tener hijos te cambia la vida, pero no a peor ni a mejor, sino sólo una vida diferente, con sus luces (muchas) y sus sombras (algunas). Y desde el minuto uno se puede elegir: sufrir al hijo o disfrutarlo.

Yo a nadie aconsejaría tener hijos ni no tenerlos. Es algo tan personal que sólo lo puede decidir cada individuo. Pero a quién decide tenerlos le pediría que no sacara la bandera del sufrimiento y la ondeara al viento para mayor gloría de sí mismo y mayor culpa de sus inocentes hijos.

Lenka dijo...

Otra cosa en la que estamos de acuerdo. Oigo mucho a los padres (más a las madres, la verdad) recomendar a todo el mundo que tenga hijos. Yo no se lo recomendaría jamás a nadie. Ni siquiera recomendaría a nadie tener mascota, menos hijos! Esa decisión me parece tan seria, tan personal... cómo lo vas a recomendar????

Supongo que es que la mayoría de la gente no concibe más realidad que la suya propia, o se empeña en que sólo hay un modo de hacer las cosas. El estigma de "lo normal". "Lo normal", por ejemplo, es que toda mujer quiera ser madre. Y es una enorme mentira. No todas quieren serlo y no son más raras o menos mujeres por ello. Así que, cómo diantres vas a recomendar algo así a cualquiera, si mucha gente no lo desea para nada, o no se siente capaz, o no le apetece???

Da la sensación de que hay personas (muchas) que necesitan imperiosamente que el resto del mundo les confirme sus propias ideas. Como yo creo que es bonito ser madre no me basta con serlo yo, necesito que toda mujer me dé la razón y sea madre. Pues oiga, no. No me hace la menor falta. Ya me apaño sola con mis ideas y mis ganas. Y me cuesta poco imaginar que no todo el mundo desea lo mismo que yo, igual que yo no deseo siempre lo de otros.

Lenka dijo...

Por cierto, y rompiendo una lanza en favor de las madres, te hago una petición si me lo permites: qué hay de los padres dictadores? Me refiero a esos que jamás en la vida han dedicado cinco minutos a sus hijos (siempre tenían cosas importantes que hacer, como reuniones de trabajo. Y, cuando no, estaban demasiado ocupados defendiendo su derecho al ocio, caramba, a ver si un hombre no va a poder tomarse algo en el bar).

Esos padres fríos, ausentes, autoritarios (verás cuando se entere tu padre) cuya única contribución a la educación de sus hijos pasa por el "porque yo lo digo" o el guantazo directamente.

Quiero creer que van quedando menos (como las madres sufridoras), pero quedan, aunque quizá en versiones que se maquillan más, que se dan aires más modernos y chachis (de boquilla, claro). Estos suelen ser muy buenos aliados de la sufridora. Ellos también sufren enormes ultrajes cuando los hijos no hacen la carrera que deben, no duermen con quien deben, no viven como deben. También saben recurrir al chantaje perfectamente, y justifican su total y absoluta ausencia en la educación de los hijos con esos lamentos tremendos del: "toda la vida trabajando como un mulo para dártelo todo y así me lo pagas".

Ellos también sufren, los pobres, porque a causa de los hijos (que, por lo visto, son unos seres incómodos que vienen sin que los llames pa joderte la vida) perdieron su juventud (a los 40 años!) y tuvieron que dejar todos sus hobbies y divertidos esparcimientos para volcarse en los pequeños ingratos... a razón de cinco minutos por día.

Y no falla! Sufren y reprochan a los hijos y a sus parejas (ellas también, claro, el rosario de quejas y lamentos es mutuo) por no haber podido ser unos alegres y despreocupados solteros sin cargas.

Vamos, que hay parejas por ahí de lo más insólitas, unidas por la queja y la costumbre y salpicando de rencores a unos críos que no pidieron venir al mundo y que suelen soportar esta guerra hasta que esos padres ya no están en el mundo. Es cierto que los tiempos cambian, que ahora hay muchos más modelos de familia... pero algunas cosas perviven independientemente de nuevos modelos. Ahora mismo estoy pensando, por ejemplo, no sólo en familias "al uso", sino en otras diferentes. Pienso en personas que han tenido hijos con varias parejas y que viven en permanente queja por esas parejas y esos hijos, pero no dejan de tener nuevas parejas y nuevos hijos de los que se quejan igualmente. O sea, que no creo que haya familias desestructuradas, creo que hay mentalidades bastante desestructuradas, lo mismo en familias "de toda la vida" que en otras consideradas "modernas".

Juan dijo...

Por supuesto Lenka, si de las madres hay que hablar, ni te cuento de los padres.

Lo que pasa es que los padres generalmente cojean de otras patas. Y cojean mucho más que las mujeres, pero por distintas razones.

Ni te cuento del que se mata a trabajar "por los hijos". Emilio Botín es un ejemplo. En una entrevista al El Pais, decía que lo más importante de su vida era su familia y que trabajaba por sus hijos. Y después se despachaba diciendo que trabajaba todos los días, incluídos festivos, 20 horas diarias.

Los hombres, al menos históricamente, pasaban por completo de los hijos. Afortunadamente creo que van habiendo muchos hombres que han empezado a conocer la paternidad de verdad (la de estar al pie del cañón) y están encantados. Como sabes siempre he defendido que la igualdad entre sexos, nos favorece enormemente a los hombres porque nos abre nuevas perspectivas que antes estaban vedadas sólo a las mujeres, como el compartir la educación y cuidados de los hijos. Falta todavía mucho, pero los primeros pasos se están dando y a los hombres que conozco que cambian pañales, dan de comer, limpian caquitas y están horas con sus hijos les va muy bien y no lo cambiarían por nada.