lunes, 6 de agosto de 2012

Si quieres, ¿puedes?

Si quieres, puedes

Esta frase, tan famosa y con tanto espíritu yanqui, no me gusta pero tampoco me repele. Puede ayudar a algunos a superarse, a no conformarse.

Pero encierra un optimismo que no comparto y tiene diferentes lecturas desagradables.

Es optimista porque supone que todos tenemos capacidades innatas con las que podemos conseguir todo aquello que nos propongamos, y no es así.

Y tiene lecturas desagradables porque al final divide al mundo en triunfadores y fracasados. Los primeros pudieron porque quisieron y los segundos, aunque supuestamente podían, no lo consiguieron porque en realidad no quisieron, no se esforzaron. Muy “made in USA” todo ello. Puedes ascender desde los infiernos a los cielos si te esfuerzas lo suficiente, el arquetipo de persona hecha a sí misma, de triunfador americano. Por ende, el que no está en lo más alto, no es que tenga menos capacidades, menos posibilidades, peores colegios, pésimos entornos, familias desestructuradas, no. En realidad es un perdedor porque, pudiendo, no ha querido esforzarse lo suficiente. De esta manera se exculpa a una sociedad injusta de la miseria de muchos de sus compatriotas. El perdedor tiene lo que se merece.

Justo lo contrario que sucede en España, que todo es culpa de la sociedad, el gobierno, etc, y los demás no tenemos ninguna responsabilidad de cómo nos van las cosas. Los triunfadores en España lo son porque son corruptos, chupan la sangre de los trabajadores, están enchufados o vete tú a saber como han llegado a ese puesto. Mientras, el perdedor siempre es la víctima de los demás. No tiene la mínima responsabilidad en lo mal que le va.

Dos concepciones radicalmente opuestas y ambas negativas. Como casi siempre, en el centro está la virtud. La visión latina, muy enraizada en el catolicismo en donde el sacrificio es el summun de la santidad. La visión anglosajona, enraizada en el protestantismo, en el que el individuo es responsable de todo lo que hace y de todo lo que le pasa.

Frente a estas dos visiones antagónicas prefiero el aprender a AMAR LO QUE SE HACE, por encima del HACER LO QUE SE AMA.

Muchos aman un determinado trabajo, deporte, arte o cualquier otra actividad, pero no tienen las aptitudes necesarias para triunfar en lo que aman y eso les puede llevar a la decepción y a sentirse fracasados.

Cuando se ama lo que se hace se acepta hacer lo que se ama sin necesidad de triunfar. Cuando se ama lo que se hace no te conformas con lo que te ha tocado vivir sino que disfrutas de la vida en sí, aunque ésta te haya llevado por derroteros no imaginados ni soñados. No eres un triunfador pero tampoco un perdedor, simplemente eres feliz porque consigues la capacidad de serlo sean cuales sean las circunstancias en que te mueves.

La palabra sacrificio o fuerza de voluntad no existen en el diccionario del que ama lo que hace. Porque el que hace las cosas a base de sacrificarse o a base de fuerza de voluntad, termina quemándose, mientras que cuando pones amor siempre hay una enorme recompensa: amar, que es vivir en plenitud.

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