lunes, 15 de octubre de 2012

Compasión y compatía


Según el DRAE, la compasión es un sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias.

Es un sentimiento que es valorado como positivo, y lo es, pero dependiendo del uso que hagamos del mismo.

Para la inmensa mayoría de la gente, la compasión exige que te dé pena el sufrimiento ajeno y, en consecuencia, adoptas las medidas necesarias para ayudar a mejorar. Esta manera de compadecer me disgusta enormemente. No supone un intercambio en un plano de igualdad, sino un dar desde una perspectiva de superioridad sobre el sujeto que sufre. Nos hace sentir bien porque añade un halo de bondad a nuestra imagen. Nos “sacrificamos” por los demás con fines realmente egoístas.

Salgo con fulanito porque me da pena el pobre, que está muy solo. Si fulanito se enterase de que sales con él “por pena” ¿Cómo se sentiría?. No hay verdadera generosidad en este acto, más bien una reafirmación de superioridad. 

Intento huir de la pena y de este concepto de compasión, aunque no siempre lo logro, y emplear otro tipo de compasión que creo mucho más justo y saludable para todos: la empatía activa, la COMPATIA (aclaro que esta palabra no existe, la acabo de inventar). Supone conectar con el otro y responder mejor a sus necesidades, en una relación bilateral en la que el afecto mutuo es el único pago para ambas partes. Das afecto y recibes afecto. Tú no eres el generoso y el otro el beneficiario de tu generosidad.Tu das afecto y recibes afecto en un plano de absoluta igualdad. 

Si sales con fulanito es que realmente quieres estar con él y, sin lugar a dudas, esa relación beneficiará enormemente a ambos. No hay lugar para la pena.

Con este concepto de compatía mejora nuestra manera de relacionarnos al cambiar el deber, que siempre agota, por el placer.

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