sábado, 19 de septiembre de 2015

¿Sacrificio o esfuerzo?

Oigo con frecuencia, demasiado sin duda, lo mucho que la gente se sacrifica. 

También me sorprende que las palabras sacrificio y esfuerzo a veces funcionan como sinónimas. Y no lo son. 

El sacrificio tiene como motor el deber. Es muy propio de personas responsables. 

Supone hacer algo que no quieres hacer generalmente para conseguir un supuesto bien a otros, o el cumplimiento de un deber, que vete tu a saber porqué hay que cumplir, o en mejorar la imagen que los demás tienen de tí. 

El sacrificio supone una constante llamada a hacer lo que nos disgusta, a estar en continua lucha con nosotros mismos entre lo que deseamos hacer y lo que estamos “obligados” a hacer, lo que a la larga provoca gran desgaste emocional y trae como consecuencia una enorme cantidad de problemas de salud como ansiedad, depresión fibromialgia, fatiga crónica, colon irritable, dermatitis, trastornos menstruales, trastornos digestivos, etc.

Y al final, lo que obtenemos con el sacrificio suele ser la desilusión. No se ha disfrutado del camino ni de la meta.

Muchos creen ser muy buenos por sacrificarse por los demás (lo más frecuente por los hijos). Pero sacrificarse por los demás es una manera de manipularlos. Lo que hagas por otro, si no lo haces por y con amor, no lo hagas. La generosidad sólo se entiende desde la gratuidad total que sólo el amor puede conseguir.

El esfuerzo tiene como motor la motivación. Es muy propio de personas comprometidas. 

Supone hacer algo que deseas con toda tu alma, y no nos da pereza iniciarlo, seguirlo y terminarlo.  Disfrutamos todo el proceso, desde el principio hasta el final. Puede provocar cansancio, pero no desgaste emocional. Es altamente eficaz como generador de salud y de relaciones sanas. 



No seas responsable. Es mejor estar comprometido. El responsable sólo hace lo que se supone que debe hacer. El comprometido ama lo que hace. Mis hijos no son mi responsabilidad, son mi compromiso. No me pesa hacer por ellos todo lo que hago, porque lo hago con amor. Y lo que está hecho con amor jamás va a reprocharse (ya sabeis, el típico: "con todo lo que he hecho por tí"). Creo que nunca diré eso a mis hijos, porque no lo siento. Todo lo he hecho por MI amor, no por ellos.

1 comentario:

Unknown dijo...
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